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viernes, 14 de octubre de 2016

29. “If That´s What It Takes”



Los últimos meses en mi vida han sido hasta cierto punto rutinario, entrenamientos, más entrenamientos y mi constante esfuerzo por encajar ambas vidas en una sola vida: la mía.
Ese me levanté sintiéndome inquieta internamente, pues había soñado tremenda comilona, y en mi familia ese sueño premonitorio significaba enfermedad, quizás una gripa horrible o algo similar, no sé, pero había algo que no me permitía estar tranquila, fue un sueño muy vívido incluso en mi boca podía sentir el sabor de aquella comida…
Físicamente me sentía cansada, algo raro, pues desde que había llegado ahí y debido a la tonelada de vitaminas que me suministran no había sentido, sentí un malestar en el costado derecho de mi cuerpo, justo debajo de mi seno, respiré y lo dejé pasar ya que no lo sentí nuevamente.
Un día como cualquier otro en un gesto cruel del destino, ella me solicitó que me presentara en su oficina, cruel, demasiado cruel ya que me encontraba pensando justamente en que últimamente no había tenido ninguna interacción con ella, e incluso tampoco la había visto en los pasillos, esa sencilla situación me hacía sentir genial.
Mastiqué mi coraje unos breves momentos y me devané los sesos pensando ¿Qué Diablos querría de mí?
Por mi mente pasaron varios escenarios siendo el principal el tan polémico caso de mi tatuaje, pero para ello contaba con el respaldo de los muchachos, acordado estaba que yo sería la última en recibir aquella horripilante marca. Sabía de antemano que ella iba retrasada en la actividad y yo contaba con que llegara el día del torneo anual y aun no hubiese terminado de marcar a la totalidad de sus reses y con ello comprarme un poco más de tiempo.
Otro escenario y el que más me aterraba era que hubiese encontrado alguna manera, alguna forma de obligarme a renunciar, no sé algo que omitimos, o simplemente por la fuerza, esto realmente me revolvía el estómago.
Entré a su oficina tras dar un par de golpes en su puerta, me importaba un reverendo comino si podía hacerlo o no, después de todo ella solicitó mi presencia Debería estar lista para recibirme.
Presenté mis respetos simples con una inclinación de cabeza.
- Toma asiento – dijo. Ella lucía tan tranquila como siempre, imperturbable.
- Estoy bien –le confirmé y crucé los brazos  sobre mi pecho quedándome de pie apenas unos pasos delante de la puerta que cerré tras de mí. ¿Qué es lo que deseas de mí? – pregunté sin mayor preámbulo.
- Ve a recoger un paquete en éste lugar – dijo extendiendo su mano con un papel y sin mayores rodeos.
- No soy tu mandadera - dije dando media vuelta intentando salir de aquella oficina – tienes gente a tu cargo a quienes le pagas por cumplir todos tus caprichos.
Una de las comisuras de sus labios se elevó.
- En caso de que no quieras ir, tendré que pedírselo a alguien más, quizás Atlas o alguno de los trillizos ahora que son tan unidos - dijo ella mirando sus uñas despreocupadamente, ellos significan mucho para ti, cierto ¿No querrás que los lastime, o sí?
Cuentas con el tiempo justo para  poder regresar oportunamente antes de la clase de Bruno, conoces  las consecuencias de llegar tarde- mencionó despreocupadamente.
Reí por lo bajo colocando mis manos sobre mis caderas, jugó excelentemente bien sus cartas.
En ese momento tomé la decisión de ser yo la que llegara tarde y no Atlas o alguno de los trillizos, no después de que ellos me protegieron y ahora soy una de ellos. Aun no sé si estoy tomando la mejor decisión. Le arrebaté el papel de las manos y salí corriendo de ahí hecha una furia, en el camino contacté al trillizo rubio pidiéndole su coche y me apresuré a cumplir  aquello.
- No hagas más preguntas, simplemente dame las malditas llaves – exclamé.
Diablos ¡Ella tenía asistentes personales    que le hacían éstas actividades! Claramente solo quería joderme la vida.
Llegué en tiempo record hacia mi destino, felicitándome mentalmente pues aquellos minutos extra me permitirían regresar sin contratiempos a mis actividades.
La recepcionista del lugar me indicó que tomara asiento a lo cual le indiqué que llevaba algo de prisa intentando obtener su simpatía.
Ella se limitó a sonreír cortésmente indicándome que la señora “XXXX” llamó para solicitar cambios de último momento, y que éstos tomarían aproximadamente 30 minutos en hacerlos, le agradecí y me senté a esperar.
Nada podía hacer a ese punto, la chica no tenía la  culpa de la mente retorcida de Eileen…
Las manos me temblaban de coraje, no quería dejar esto así, no podía dejarlo así… me lancé al ciber-café más cercano.
El paquete estuvo listo en 50 minutos,  ya ni siquiera intenté apresurarme, me tomé mi tiempo al final mi destino ya estaba escrito.
Al presentarme a la clase de Bruno, no pude siquiera incorporarme al contingente, él me tomó por el cuello y me puso de rodillas con un par de golpes en la corva de las rodillas, no opuse resistencia alguna, él estaba enfadado, en ese estado no escucharía de razones, bueno, realmente ninguno de ellos escucha alguna razón antes de tomar alguna acción.
En ese aspecto somos más que parecidos aunque no compartimos ni  un solo gen.
- ¿Puedes explicarme que fue más importante que atender una de mis clases?
No respondí. Posé mis manos sobre mis muslos y esperé mi destino.
Pude ver los ojos de Altas siendo una incógnita total.
Ella, ella estaba “casualmente” ahí, lo cual no me sorprendió en lo más mínimo, de cierta manera, lo anticipe y esperé.
Le pidió a uno de sus guardias que le llevaran una vara de bambú, ella era hábil usándola.
Lo que realmente me molestaba y hacía hervir mi sangre es que estaba ahí actuando como si nada de esto fuera obra suya.
En ese momento caí en la cuenta de que fue cuidadosa en buscarme cuando nadie más estaba ahí a fin de no dejar testigos.
Era su palabra contra la mía.
Me pidió retirarme la blusa, con el objeto de causar el mayor daño posible, esto lo adivino simplemente con observar la mirada de loca – maniaca que tiene.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí? – me preguntó caminando en círculos a mi alrededor.
- 11 Meses – respondí con la misma apatía con la que ella se dirigía a mí.
- Entonces no puedes decir que se trata de desconocimiento de las reglas ¿Cierto?
- No.
- El castigo será justificado y de acuerdo a las reglas – dijo para sí misma pero al mismo tiempo se encontraba justificando su acción.
Intenté trasladarme mentalmente a otro lugar, ocuparme en no prestar importancia a cada golpe que aterrizaba en mi espalda, en mis hombros y en mis brazos, cada uno más intenso que el anterior, respiré y miré un punto fijo, esperando a que ella estuviese satisfecha y detuviera aquello.
Al final de aquella ejecución ella no pudo quedarse callada, tuvo que abrir la boca ocasionando que todo mi coraje acumulado saliera al exterior sin ningún filtro o prudencia por mi parte.
- Veo que tu formación aquí cuenta con muchas deficiencias, dijo ella.
Haciendo acopio de todas mis fuerzas, me puse de pie. Respiré profundamente para poder introducir todo el aire que fuese posible dentro de mis pulmones y aplaudí fuertemente al tiempo que exhalaba
-¡¡¡TÚ!!!! Dame la cara. Le grité a ella.
Se detuvo pero no se giró.
Se escuchó un gemido de asombro general ante aquella falta de respeto, irreverencia y ataque directo a su líder.
- ¿Sabes? Le dije. Por un momento casi me convenciste de quedarme callada y aceptar todo esto sin decir nada.
Bruno y sus grandes ojos se pararon detrás de mí.
Saqué un papel de la bolsa trasera de mi pantalón.
Me gire a ver a los presentes mientras mantenía en alto el papel.
-Esto es lo que me solicitaste, no, corrijo, me ordenaste recoger por ti sabiendo que llegaría tarde a mis actividades, además de todo me amenazaste con un argumento simple; de no obedecer,  enviarías a alguna de las personas más allegadas a mí y  que correrían la suerte que corrí el día de hoy, asegurando con esto que no me negara ante tales amenazas.
Impasible y sin mostrar ningún cambio en su actitud o alguna emoción preguntó - ¿Acaso tienes alguna prueba de lo que dices? Tus acusaciones son graves.
Ciertamente es mi palabra contra la tuya y todos los aquí presentes al menos se preguntarás si es cierto o no. Le aventé el sobre a los pies.
- Felicidades, por cierto, la prueba arroja positivo, pronto serás mamá. – dije al tiempo que me giré y me retiré de ahí.
Ante aquellas declaraciones sí que mostró emoción: Furia. Además de que sus manos se cerraron en un puño a su costado.
- Detente – gritó ella.
Se colocó frente a mí.
Aún no he terminado  - arrodíllate.
Bruno dio unos pasos y le pedí que se detuviera con una señal de mi mano, esta pelea era mía solo mía.
- No me arrodillaré, si no has terminado adelante, pero me conservaré de pie.
Intencionalmente le miré hacia abajo, sabiendo de antemano que es un gesto que le molesta.
Ella le llamó a uno de sus guardias quien en el camino desenfundó su arma, me recordó la vez que sometieron a Atlas, respiré profundo e intenté no moverme, el guardia llegó a golpear mis  muslos por la parte trasera derribándome de inmediato, él mismo me reacomodó dejándome de rodillas mientras que yo me sostenía a cuatro puntos, cualquier posición excepto de rodillas.
No grité, mis labios acallaron cualquier sonido aprisionados por mis dientes, mis labios sangraron por la presión y mis uñas se destrozaron al no enterrarse el duro suelo.
Misión cumplida, no le di el placer de rogar por clemencia o llorar ante aquella golpiza.
Mi piel ardía y sangraba, mostraba colores que nunca antes había mostrado. Evité mirar a cualquiera que estuviera dentro de mi rango de visión, no quería interpretar a través de sus ojos el daño que estaba causando en mí.
Puedes retirarte ahora… si puedes.
Esas palabras dieron justo en mi orgullo, golpee el suelo  con mis puños y me puse de pie en un solo y grácil movimiento para después retirarme de ahí.
Fui directo a la oficina de Mario, esperaría ahora por los muchachos y su furia desmedida, quienes llegaron apenas unos momentos después. No quise discutir más, me encontraba lista para que realizaran sus curaciones o lo que dispusieran.
Detrás de ellos entró Atlas. Nadie mostraba una cara amable.
- ¿Qué diablos pensabas pequeña? – Gritó César.
¡Era suficiente! me puse de pie. Si íbamos a gritar entonces yo también gritaría, el horno no estaba para bollos, o lo que era lo mismo, ese día me iban a escuchar.
            - ¡SILENCIO! – les grité a todos con un tono que me sorprendió a mí misma. ¿En que estaba pensando?, ¡Quizás no lo pensé después de todo! Ella me llamó, realizó sus amenazas y tuve que tomar una decisión. No le iba a mostrar miedo o duda, tampoco necesito que en cada una de las veces ustedes estén ahí para cuidarme o protegerme. No hice nada  malo, no me disculparé por las decisiones tomadas, haré esto cada vez que sea necesario así destroce ella cada parte mi ser o cada hueso en mi cuerpo. Me niego a mostrarme débil ante ella.
            - Mira el resultado – Gritó Bruno.
            -Nada que vaya a matarme. Ahora comienzan con sus curaciones en silencio o probemos quien grita más fuerte.
            - No haremos esto aquí, te llevaremos a casa.
            Me cubrieron con una chaqueta y me sacaron de ahí. Caminé erguida solo por si acaso ella estaba mirando.
            En casa se requirió de todos ellos para someterme e inmovilizarme a fin de que Mario pudiese realizar las curaciones necesarias, ¡Dios aquello dolía hasta la luna y de regreso!
            Mario fue minucioso.
            - No quiero que surja alguna complicación, tengo que revisar a fondo.
            … y cuando pensé que habrían terminado.
            - Un momento, dijo Bruno, no olvidemos los golpes de las piernas.
            - Ya es suficiente, eso lo atenderemos mañana, por ahora ninguno de ustedes me tocará nuevamente, di un paso hacia atrás. ¡Quietos! – grité sin pensarlo.
            - ¿Acaso somos perros para que nos grites ¡Quietos!? – replicó Jason.
            Se acercó a mí jalándome por el brazo.
            El teléfono repicó oportunamente para rescatarme aunque fuera unos momentos de aquello, Atlas respondió, desviando la atención de todos ahí.
            Fuera quien fuera que estaba llamando le agradecí mentalmente.
            - Espera que pondré el alta voz – Le dijo Atlas a la persona que estaba del otro lado de la línea.
            Todos se quedaron quietos invitándome el ambiente a hacer lo mismo.
            - ¡Qué demonios pensaste Bintanat!.
            Definitivamente ese día  era uno de esos días en que me cuestioné  seriamente porque había salido de la cama además de me desperté sin el chip de la prudencia.
            Ramsés estaba del otro lado de la línea hecho una triple furia.
            - ¿¡No estás aquí, pero llamas para gritarme!? Suficiente dolor y gritos he pasado el día de hoy.
            - ¡Y de estar yo ahí hubiera sido peor! – interrumpió con una voz que gritaba y raspaba cada palabra de aquella frase.
¡Prudencia!, debes mostrar más prudencia! Me recordó la loca de la casa, que en ese momento era la más sensata de las dos.
- Mario, ¿Cuál es la situación? – le  exigió saber Ramsés.
            - Necesitamos realizar curaciones diarias, Eileen, bueno tú la conoces. Ayudaremos a evitar lo de la última vez.
            - Te prohíbo que vuelvas a cubrirle las espaldas a cualquiera de los chicos con los que te codeas.
            - ¿Me prohíbes? ¡Ja! Es una excelente broma. Si quieres prohibirme algo ven y dímelo  la cara – le grité echa una furia.
            - Contrólate, porque aun estando a la distancia puedo hacer de esto el peor castigo de tu vida.
            Bufé pero guardé silencio.
            Prudencia al fin- me gritó mi mente.
            - Atlas ¡¿Alguna explicación?! – Le demandó.
            Antes de que siquiera poder decir algo me acerqué aún más al teléfono para que me escuchara nítidamente.
            - Él no tiene por qué darte alguna explicación o nadie más. Fue mi decisión  y punto. Tomaría esa decisión sin dudarlo las veces que fuesen necesarias. Todos ustedes están armando un alboroto por algo que, seamos honestos, ustedes lo harían en cada ocasión. Están cuestionando no solo mis decisiones si no mi criterio para tomarlas.
            - Entonces tu criterio no es aplicado correctamente.
            Estaba dispuesta a sumergirme en una pelea, gritos y demás, sentí una mano que cubría mi boca.
            - Ramsés, aceptas mis disculpas, yo aceptaré si existe algún castigo. – Dijo Atlas salido de la nada.
             Como pude me zafé.          
            - Todos ustedes son demasiados orgullos  para aceptar que yo pueda cubrir sus espaldas, ¡Puedo hacerlo!
            - No si tiene estas terribles consecuencias – protestó Atlas.
            - bah- dije en franca rebeldía. Ustedes son unos machistas.
            - Giré mi instrucción BB – dijo la voz al teléfono. Si la desacatas entonces algo peor vendrá tras de ti. Ahora explícame lo de la prueba de embarazo que realmente encendió la furia de Eilee.
            Sin poder evitarlo me doble apoyándome sobre mis rodillas y reí abiertamente. Les expliqué que la idea surgió de repente estando yo esperando por su encargo. Imprimí hojas sin sentido en un Cyber y declaré aquello enfrente de todos.
            - Sin embargo esa acción tendrá consecuencias, ella tendrá que demostrarnos a todos los Maestros Supremos que esa información es falsa y eso le causó una gran molestia.
            - Pero como es que esa información llegó a ustedes.
            - Nada de lo que hacen ahí permanece en secreto para nosotros, tómalo en cuenta. Después de esto que no aplaudo, pero lo reconozco como una creativa acción, ella irá tras de ti. Cuida tus pasos.
            - Ufffff – dije.
            - Hermanos, continúo confiando en ustedes.
            Y así sin más… Colgó la bocina. Aproveché todo aquello y me retiré a mi recámara a descansar.
Estaba yo con medio cuerpo fuera del lugar cuando Jason me recordó que estaría castigada el resto de la semana por aquel acto de rebeldía, que no saldría de mi habitación ni un solo instante y no recibiría visitas.
Voltee los ojos sin que ellos me miraran pues me tendrían a su merced para poder hacer las curaciones sin darme la oportunidad de huir. Dolor y más Dolor era lo que me esperaba.
Esa noche yo estaba recostada mientras Atlas miraba por la ventana al horizonte, tenía los brazos cruzados en el pecho, su visita era furtiva.
- Ella, me amenazó ¿Cierto? ¿A quién más amenazó?
- A los trillizos.
- Le mostraste una debilidad tuya, sin embargo.
            Hizo una pausa.
            - Ella sabe que puede dañarte a través de nosotros. No quiero que bajo ningún motivo vuelvas a ponerte a ti misma en esa situación mis hermanos y yo te protegeremos y debes confiar en que nosotros podemos absorber cualquier castigo merecido o injustificado.
            - Ni siquiera responderé eso Atlas, lo he dejado claro y no intento iniciar esa discusión nuevamente.
            - Ellos te protegerán en mi ausencia, confía en ellos.
            - Tú confía en mí.
            - Desearía que fueras menos rebelde.
            - Entonces quizás no me amarías, porque no sería yo.
            - Touché.
            Acarició mi mejilla hasta casi quedarme dormida.
            No cantes victoria  - dijo a mi oído – mañana los golpes en tus muslos serán peor que hoy, creíste que lo olvidaron pero realmente te dejaron comprobarlo por ti misma, nunca es mejor dejar una herida de ese tipo sin curar que permitir que ellos te curen aun infringiendo dolor.
            - Prepárate, lo dijo en tono de amenaza.
            Dicho esto se fue de ahí, mientras yo me perdía en el mundo de los sueños.
            Pasadas la media noche sucedió, un dolor punzante en mis muslos me despertó.
            Los muchachos parecían divertidos cuando fui a buscarles.
            - Lección aprendida – confirmé entre gritos y súplicas.
           
            Durante la semana entre correr dentro de la casa para intentar huir de ellos y que me encontraba en recuperación tras tremenda golpiza, fui consciente de algo, mi cuerpo me estaba gritando que necesitaba un descanso.
            Era yo, pero no era yo al verme al espejo.
Estábamos a menos de un mes de la partida de Atlas y quizá fuera eso lo que me tenía en esa situación.
            Mi piel estaba perdiendo brillantez, lucía opaca, mi cabello estaba quebradizo y no podía detectar si algo me dolía ya que yo era una oda al dolor en sí, solo sabía que algo no iba  bien, de esas veces que lo sabes simplemente sin una explicación científica, o explicación sencillamente.
A ese punto desconocía ¿Qué sería lo mejor? Decirle a Atlas, a los muchachos o esperar a que pasara.
Si resultaba que algo estaba mal, quizás me regresarían por donde llegué, lo mejor sería esperar a que ese malestar general pasara, confiaría en mi cuerpo esperando que solo buscara su mejora. Ésta semana me presentaba la venta ideal para ello.
            ¡Diablos!, me encontraba en negación, me aferré a la idea de que si evitaba pensar en la partida de Atlas, ésta quizás no sucedería. ¿A quién engañaba?.
            Sin embargo y para mi sorpresa me descubrí a mí misma durmiendo más de lo usual, comiendo menos de lo acostumbrado y con el ánimo por los suelos forzándome a  mí misma por demostrar lo contario, no saldría expulsada de aquel lugar por algo tan sencillo como “Depresión por la partida de Altas”.
            Detestaba estar sola y más aún sentirme en soledad.
            Ellos me conocen bien
            ¿Acaso alguien de ahí no me conoce bien?
            A mitad de semana recibí un gran ramo de flores, no era un arreglo especial, simplemente muchas flores de colores silvestres atadas con un listón. La tarjeta tenía un breve mensaje “Salvajes y rebeldes”. Sonreí al entender el mensaje fuerte y claro.
            Amaba mi vida ahí, suspiré y sentí un dolor en el corazón, esa vida me  estaba gustando más de lo que hubiese reconocido, casi me dolía la decisión que tomé antes de entrar ahí “Esto es solo una etapa” no te  apegues.
            Para mi fortuna me dejaron el acceso a mi computadora y aunque Atlas no era fanático de las redes sociales, conservábamos la comunicación por correo electrónico como alternativa a la confiscación de mi celular por parte de los muchachos. Nuestras conversaciones eran breves, él era un hombre de pocas palabras y aún menos palabras escritas, lo básico para saber cómo estábamos.
*No he pasado a visitarte pues los muchachos se encargaron de mantenerme bajo estricta vigilancia para evitar esto, quizás lo saben quizás no, no es momento de averiar si están al tanto de mis visitar furtivas Cuídate y Recupérate*
            ¿Cuál es el objeto del aislamiento? Me pregunté. Y casi como si César estuviese leyendo mis pensamientos entró a mi habitación.
            Se sentó en mi cama sin decir una palabra y suspiró.
            Tienes tanto de Ramsés en ti – rompió con aquélla frase el silencio. Después de la batalla que libraste con él vía telefónica me alegro que se encuentre a la distancia.
            - Yo preferiría conocerle de una vez.
            - No tienes idea de lo que deseas.
            Entraron los muchachos Jason mostraba algunos golpes en el rostro.
            - Hemos concluido que mantenerte castigada no tiene mucho objeto – dijo Mario desde que no consideras haber hecho nada incorrecto.
            - No hice nada incorrecto – afirmé.
            - Eres una adulta, tomando decisiones de adulta y asumiendo las consecuencias – dijo Bruno.
            - No olviden que estoy siendo castigada como adolescente.
            - ¿Y tiene algún objeto? – preguntó Jason.
            - Quizá ustedes  puedan responder a eso mejor que yo.
            - ¿Existe algo que podamos hacer para hacerte desistir de tomar una decisión tan estúpida como ésta? – preguntó Mario. Mírate no te hace ningún bien.
            Tal como predije, ellos primero actúan y  luego escuchan de razones.
            Suspiré.
            - De verdad – dije juntando mis manos en posición de rezo y llevándomelas a mis labios – quisiera prometerles que no volverá a suceder. Pero ella lo convirtió en una guerra personal de la cual no huiré. Ustedes dijeron que contaba con su respaldo, solo les pido que se mantengan al margen tanto como puedan y me levanten cuando caiga, como ahora, sin sus curaciones no se que sería de mi cuerpo.
            - No es que las aceptes voluntariamente – dijo César
            - Ah, eso… es para mantener sus reflejos despiertos, sin mí quizás se convertirían en unos viejos fósiles.
            Ellos rieron.   
            - Nos pides que seamos espectadores mientras ella te destroza por un capricho tuyo.
            - O pueden mirar a otro lado – le respondí a Mario.
            Ramsés, dijeron al unísono.
            Les miré sin entenderles.
            Ramsés hizo lo mismo cuando llegó aquí. Se rebeló contra ella, pero continuó su desarrollo. Si alguna vez tuviste alguna duda, esto lo aclara todo. Son Padre e hija.
            - ¿Entonces podré salir mañana?
            - No, respondió Mario. Permanecerás aquí pues no andaremos cazándote como niña de kínder que no quiere tomar sus verduras para poder curarte como Dios manda. Pero puedes recibir visitas.
            - ¿Qué le sucedió a tu rostro? – le pregunté a Jason.
            Se miraron entre ellos.
            - Eileen quería tatuarte el día de hoy en respuesta  a tus acciones.
            - Ella hizo esto – pregunté horrorizada.
            - Sus guardias – corrigió Jason, ellos venían por ti.
            - ¿Qué Diablos? Los hubieses dejado hacerlo, así no hubieras sufrido daño.
            Todos ellos me miraron, sus ojos y mis palabras, ahora entendía…
            - No hace ninguna diferencia a lo que tu hiciste, y estando del otro lado ¿No se siente tan bien, cierto?
            Moví la cabeza en una negativa.
            Me dedicaron una paternal sonrisa y salieron de ahí. Vaya manera de demostrar su punto.
            Dos días después llegaron los trillizos con tremendo alboroto a destrozar mi corazón presentándome una serie de opciones.
            - Debemos organizar la despedida de Atlas – señaló el moreno.
            Sonó desconsiderado de su parte, pero era su empleada al fin y al cabo, tendría que colaborar, mi humor no fue el mejor e hice el mejor esfuerzo de mi parte por prestar atención…
            -¿BB? – Estas prestando atención – Dijo el Rubio.
            - Que Atlas se marche no es el fin del mundo  - dijo el Moreno – concéntrate.
            - ¡Gente insensible! – les dirigí una dura mirada.
            - Insensibles o no debes adaptarte o morir, es a lo que nos dedicamos y es lo que haremos, te servirá para distraerte.
            Les presté mi atención por unos momentos más hasta que se dieron por vencidos.
            - Ok hoy no llegaremos  a nada pero esa fiesta se llevará a cabo, además es la bienvenida de Kevin.
            - ¿Kevin?
            - El ganador del torneo del año anterior, ese día regresará. Por cierto él y Atlas son enemigos.
            Incliné mi cabeza de lado sin entender completamente  su comentario.
            - ¡De verdad que hoy no das una!  - Exclamó el Rubio, no fraternal ices con él dicho de manera sencilla, Atlas  se enfurecería.
            - ¡Pero denme alguna explicación!
            Salieron de ahí dejándome sumergida en mi mente con mis teorías conspirativas a todo lo que da.

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