Los últimos
meses en mi vida han sido hasta cierto punto rutinario, entrenamientos, más
entrenamientos y mi constante esfuerzo por encajar ambas vidas en una sola
vida: la mía.
Ese me
levanté sintiéndome inquieta internamente, pues había soñado tremenda comilona,
y en mi familia ese sueño premonitorio
significaba enfermedad, quizás una gripa horrible o algo similar, no sé, pero
había algo que no me permitía estar tranquila, fue un sueño muy vívido incluso
en mi boca podía sentir el sabor de aquella comida…
Físicamente
me sentía cansada, algo raro, pues desde que había llegado ahí y debido a la
tonelada de vitaminas que me suministran no había sentido, sentí un malestar en
el costado derecho de mi cuerpo, justo debajo de mi seno, respiré y lo dejé
pasar ya que no lo sentí nuevamente.
Un día como
cualquier otro en un gesto cruel del destino, ella me solicitó que me presentara en su oficina, cruel, demasiado
cruel ya que me encontraba pensando justamente en que últimamente no había
tenido ninguna interacción con ella, e incluso tampoco la había visto en los
pasillos, esa sencilla situación me hacía sentir genial.
Mastiqué mi
coraje unos breves momentos y me devané los sesos pensando ¿Qué Diablos querría
de mí?
Por mi
mente pasaron varios escenarios siendo el principal el tan polémico caso de mi
tatuaje, pero para ello contaba con el respaldo de los muchachos, acordado
estaba que yo sería la última en recibir aquella horripilante marca. Sabía de
antemano que ella iba retrasada en la actividad y yo contaba con que llegara el
día del torneo anual y aun no hubiese terminado de marcar a la totalidad de sus
reses y con ello comprarme un poco
más de tiempo.
Otro
escenario y el que más me aterraba era que hubiese encontrado alguna manera,
alguna forma de obligarme a renunciar, no sé algo que omitimos, o simplemente
por la fuerza, esto realmente me revolvía el estómago.
Entré a su
oficina tras dar un par de golpes en su puerta, me importaba un reverendo
comino si podía hacerlo o no, después de todo ella solicitó mi presencia
Debería estar lista para recibirme.
Presenté
mis respetos simples con una inclinación de cabeza.
- Toma
asiento – dijo. Ella lucía tan tranquila como siempre, imperturbable.
- Estoy
bien –le confirmé y crucé los brazos sobre
mi pecho quedándome de pie apenas unos pasos delante de la puerta que cerré
tras de mí. ¿Qué es lo que deseas de mí? – pregunté sin mayor preámbulo.
- Ve a
recoger un paquete en éste lugar – dijo extendiendo su mano con un papel y sin
mayores rodeos.
- No soy tu
mandadera - dije dando media vuelta intentando salir de aquella oficina –
tienes gente a tu cargo a quienes le pagas por cumplir todos tus caprichos.
Una de las
comisuras de sus labios se elevó.
- En caso
de que no quieras ir, tendré que pedírselo a alguien más, quizás Atlas o alguno
de los trillizos ahora que son tan unidos - dijo ella mirando sus uñas
despreocupadamente, ellos significan mucho para ti, cierto ¿No querrás que los
lastime, o sí?
Cuentas con
el tiempo justo para poder regresar
oportunamente antes de la clase de Bruno, conoces las consecuencias de llegar tarde- mencionó
despreocupadamente.
Reí por lo
bajo colocando mis manos sobre mis caderas, jugó excelentemente bien sus
cartas.
En ese
momento tomé la decisión de ser yo la que llegara tarde y no Atlas o alguno de
los trillizos, no después de que ellos me protegieron y ahora soy una de ellos.
Aun no sé si estoy tomando la mejor decisión. Le arrebaté el papel de las manos
y salí corriendo de ahí hecha una furia, en el camino contacté al trillizo
rubio pidiéndole su coche y me apresuré a cumplir aquello.
- No hagas
más preguntas, simplemente dame las malditas llaves – exclamé.
Diablos
¡Ella tenía asistentes personales que
le hacían éstas actividades! Claramente solo quería joderme la vida.
Llegué en
tiempo record hacia mi destino, felicitándome mentalmente pues aquellos minutos
extra me permitirían regresar sin contratiempos a mis actividades.
La
recepcionista del lugar me indicó que tomara asiento a lo cual le indiqué que
llevaba algo de prisa intentando obtener su simpatía.
Ella se
limitó a sonreír cortésmente indicándome que la señora “XXXX” llamó para
solicitar cambios de último momento, y que éstos tomarían aproximadamente 30
minutos en hacerlos, le agradecí y me senté a esperar.
Nada podía
hacer a ese punto, la chica no tenía la
culpa de la mente retorcida de Eileen…
Las manos
me temblaban de coraje, no quería dejar esto así, no podía dejarlo así… me
lancé al ciber-café más cercano.
El paquete
estuvo listo en 50 minutos, ya ni
siquiera intenté apresurarme, me tomé mi tiempo al final mi destino ya estaba
escrito.
Al
presentarme a la clase de Bruno, no pude siquiera incorporarme al contingente,
él me tomó por el cuello y me puso de rodillas con un par de golpes en la corva
de las rodillas, no opuse resistencia alguna, él estaba enfadado, en ese estado
no escucharía de razones, bueno, realmente ninguno de ellos escucha alguna
razón antes de tomar alguna acción.
En ese
aspecto somos más que parecidos aunque no compartimos ni un solo gen.
- ¿Puedes
explicarme que fue más importante que atender una de mis clases?
No
respondí. Posé mis manos sobre mis muslos y esperé mi destino.
Pude ver
los ojos de Altas siendo una incógnita total.
Ella, ella
estaba “casualmente” ahí, lo cual no me sorprendió en lo más mínimo, de cierta
manera, lo anticipe y esperé.
Le pidió a
uno de sus guardias que le llevaran una vara de bambú, ella era hábil usándola.
Lo que
realmente me molestaba y hacía hervir mi sangre es que estaba ahí actuando como
si nada de esto fuera obra suya.
En ese
momento caí en la cuenta de que fue cuidadosa en buscarme cuando nadie más
estaba ahí a fin de no dejar testigos.
Era su
palabra contra la mía.
Me pidió
retirarme la blusa, con el objeto de causar el mayor daño posible, esto lo
adivino simplemente con observar la mirada de loca – maniaca que tiene.
-¿Cuánto
tiempo llevas aquí? – me preguntó caminando en círculos a mi alrededor.
- 11 Meses
– respondí con la misma apatía con la que ella se dirigía a mí.
- Entonces
no puedes decir que se trata de desconocimiento de las reglas ¿Cierto?
- No.
- El
castigo será justificado y de acuerdo a las reglas – dijo para sí misma pero al
mismo tiempo se encontraba justificando su acción.
Intenté
trasladarme mentalmente a otro lugar, ocuparme en no prestar importancia a cada
golpe que aterrizaba en mi espalda, en mis hombros y en mis brazos, cada uno más
intenso que el anterior, respiré y miré un punto fijo, esperando a que ella estuviese
satisfecha y detuviera aquello.
Al final de
aquella ejecución ella no pudo quedarse callada, tuvo que abrir la boca
ocasionando que todo mi coraje acumulado saliera al exterior sin ningún filtro
o prudencia por mi parte.
- Veo que
tu formación aquí cuenta con muchas deficiencias, dijo ella.
Haciendo
acopio de todas mis fuerzas, me puse de pie. Respiré profundamente para poder introducir
todo el aire que fuese posible dentro de mis pulmones y aplaudí fuertemente al
tiempo que exhalaba
-¡¡¡TÚ!!!!
Dame la cara. Le grité a ella.
Se detuvo
pero no se giró.
Se escuchó
un gemido de asombro general ante aquella falta de respeto, irreverencia y
ataque directo a su líder.
- ¿Sabes?
Le dije. Por un momento casi me convenciste de quedarme callada y aceptar todo esto
sin decir nada.
Bruno y sus
grandes ojos se pararon detrás de mí.
Saqué un
papel de la bolsa trasera de mi pantalón.
Me gire a
ver a los presentes mientras mantenía en alto el papel.
-Esto es lo
que me solicitaste, no, corrijo, me ordenaste recoger por ti sabiendo que llegaría
tarde a mis actividades, además de todo me amenazaste con un argumento simple;
de no obedecer, enviarías a alguna de
las personas más allegadas a mí y que
correrían la suerte que corrí el día de hoy, asegurando con esto que no me negara
ante tales amenazas.
Impasible y
sin mostrar ningún cambio en su actitud o alguna emoción preguntó - ¿Acaso
tienes alguna prueba de lo que dices? Tus acusaciones son graves.
Ciertamente
es mi palabra contra la tuya y todos los aquí presentes al menos se preguntarás
si es cierto o no. Le aventé el sobre a los pies.
-
Felicidades, por cierto, la prueba arroja positivo, pronto serás mamá. – dije
al tiempo que me giré y me retiré de ahí.
Ante
aquellas declaraciones sí que mostró emoción: Furia. Además de que sus manos se
cerraron en un puño a su costado.
- Detente –
gritó ella.
Se colocó
frente a mí.
Aún no he
terminado - arrodíllate.
Bruno dio
unos pasos y le pedí que se detuviera con una señal de mi mano, esta pelea era mía
solo mía.
- No me arrodillaré,
si no has terminado adelante, pero me conservaré de pie.
Intencionalmente
le miré hacia abajo, sabiendo de antemano que es un gesto que le molesta.
Ella le
llamó a uno de sus guardias quien en el camino desenfundó su arma, me recordó
la vez que sometieron a Atlas, respiré profundo e intenté no moverme, el guardia
llegó a golpear mis muslos por la parte
trasera derribándome de inmediato, él mismo me reacomodó dejándome de rodillas mientras
que yo me sostenía a cuatro puntos, cualquier posición excepto de rodillas.
No grité,
mis labios acallaron cualquier sonido aprisionados por mis dientes, mis labios
sangraron por la presión y mis uñas se destrozaron al no enterrarse el duro
suelo.
Misión
cumplida, no le di el placer de rogar por clemencia o llorar ante aquella
golpiza.
Mi piel
ardía y sangraba, mostraba colores que nunca antes había mostrado. Evité mirar
a cualquiera que estuviera dentro de mi rango de visión, no quería interpretar
a través de sus ojos el daño que estaba causando en mí.
Puedes retirarte
ahora… si puedes.
Esas palabras
dieron justo en mi orgullo, golpee el suelo
con mis puños y me puse de pie en un solo y grácil movimiento para
después retirarme de ahí.
Fui directo
a la oficina de Mario, esperaría ahora por los muchachos y su furia desmedida,
quienes llegaron apenas unos momentos después. No quise discutir más, me
encontraba lista para que realizaran sus curaciones o lo que dispusieran.
Detrás de
ellos entró Atlas. Nadie mostraba una cara amable.
- ¿Qué
diablos pensabas pequeña? – Gritó César.
¡Era
suficiente! me puse de pie. Si íbamos a gritar entonces yo también gritaría, el
horno no estaba para bollos, o lo que era lo mismo, ese día me iban a escuchar.
- ¡SILENCIO! – les grité a todos con
un tono que me sorprendió a mí misma. ¿En que estaba pensando?, ¡Quizás no lo
pensé después de todo! Ella me llamó, realizó sus amenazas y tuve que tomar una
decisión. No le iba a mostrar miedo o duda, tampoco necesito que en cada una de
las veces ustedes estén ahí para cuidarme o protegerme. No hice nada malo, no me disculparé por las decisiones
tomadas, haré esto cada vez que sea necesario así destroce ella cada parte mi
ser o cada hueso en mi cuerpo. Me niego a mostrarme débil ante ella.
- Mira el resultado – Gritó Bruno.
-Nada que vaya a matarme. Ahora
comienzan con sus curaciones en silencio o probemos quien grita más fuerte.
- No haremos esto aquí, te
llevaremos a casa.
Me cubrieron con una chaqueta y me
sacaron de ahí. Caminé erguida solo por si acaso ella estaba mirando.
En casa se requirió de todos ellos
para someterme e inmovilizarme a fin de que Mario pudiese realizar las
curaciones necesarias, ¡Dios aquello dolía hasta la luna y de regreso!
Mario fue minucioso.
- No quiero que surja alguna
complicación, tengo que revisar a fondo.
… y cuando pensé que habrían
terminado.
- Un momento, dijo Bruno, no
olvidemos los golpes de las piernas.
- Ya es suficiente, eso lo
atenderemos mañana, por ahora ninguno de ustedes me tocará nuevamente, di un
paso hacia atrás. ¡Quietos! – grité sin pensarlo.
- ¿Acaso somos perros para que nos
grites ¡Quietos!? – replicó Jason.
Se acercó a mí jalándome por el
brazo.
El teléfono repicó oportunamente
para rescatarme aunque fuera unos momentos de aquello, Atlas respondió,
desviando la atención de todos ahí.
Fuera quien fuera que estaba
llamando le agradecí mentalmente.
- Espera que pondré el alta voz – Le
dijo Atlas a la persona que estaba del otro lado de la línea.
Todos se quedaron quietos
invitándome el ambiente a hacer lo mismo.
- ¡Qué demonios pensaste Bintanat!.
Definitivamente ese día era uno de esos días en que me cuestioné seriamente porque había salido de la cama
además de me desperté sin el chip de la prudencia.
Ramsés estaba del otro lado de la
línea hecho una triple furia.
- ¿¡No estás aquí, pero llamas para
gritarme!? Suficiente dolor y gritos he pasado el día de hoy.
- ¡Y de estar yo ahí hubiera sido
peor! – interrumpió con una voz que gritaba y raspaba cada palabra de aquella
frase.
¡Prudencia!, debes mostrar más prudencia! Me recordó la loca de la casa, que en ese momento era
la más sensata de las dos.
- Mario,
¿Cuál es la situación? – le exigió saber
Ramsés.
- Necesitamos realizar curaciones
diarias, Eileen, bueno tú la conoces. Ayudaremos a evitar lo de la última vez.
- Te prohíbo que vuelvas a cubrirle
las espaldas a cualquiera de los chicos con los que te codeas.
- ¿Me prohíbes? ¡Ja! Es una
excelente broma. Si quieres prohibirme algo ven y dímelo la cara – le grité echa una furia.
- Contrólate, porque aun estando a
la distancia puedo hacer de esto el peor castigo de tu vida.
Bufé pero guardé silencio.
Prudencia
al fin- me gritó mi mente.
- Atlas ¡¿Alguna explicación?! – Le
demandó.
Antes de que siquiera poder decir
algo me acerqué aún más al teléfono para que me escuchara nítidamente.
- Él no tiene por qué darte alguna
explicación o nadie más. Fue mi decisión
y punto. Tomaría esa decisión sin dudarlo las veces que fuesen
necesarias. Todos ustedes están armando un alboroto por algo que, seamos
honestos, ustedes lo harían en cada ocasión. Están cuestionando no solo mis
decisiones si no mi criterio para tomarlas.
- Entonces tu criterio no es
aplicado correctamente.
Estaba dispuesta a sumergirme en una
pelea, gritos y demás, sentí una mano que cubría mi boca.
- Ramsés, aceptas mis disculpas, yo
aceptaré si existe algún castigo. – Dijo Atlas salido de la nada.
Como pude me zafé.
- Todos ustedes son demasiados
orgullos para aceptar que yo pueda
cubrir sus espaldas, ¡Puedo hacerlo!
- No si tiene estas terribles consecuencias
– protestó Atlas.
- bah- dije en franca rebeldía.
Ustedes son unos machistas.
- Giré mi instrucción BB – dijo la
voz al teléfono. Si la desacatas entonces algo peor vendrá tras de ti. Ahora
explícame lo de la prueba de embarazo que realmente encendió la furia de Eilee.
Sin poder evitarlo me doble
apoyándome sobre mis rodillas y reí abiertamente. Les expliqué que la idea
surgió de repente estando yo esperando por su encargo. Imprimí hojas sin
sentido en un Cyber y declaré aquello enfrente de todos.
- Sin embargo esa acción tendrá consecuencias,
ella tendrá que demostrarnos a todos los Maestros Supremos que esa información
es falsa y eso le causó una gran molestia.
- Pero como es que esa información
llegó a ustedes.
- Nada de lo que hacen ahí permanece
en secreto para nosotros, tómalo en cuenta. Después de esto que no aplaudo,
pero lo reconozco como una creativa acción, ella irá tras de ti. Cuida tus
pasos.
- Ufffff – dije.
- Hermanos, continúo confiando en
ustedes.
Y así sin más… Colgó la bocina.
Aproveché todo aquello y me retiré a mi recámara a descansar.
Estaba yo
con medio cuerpo fuera del lugar cuando Jason me recordó que estaría castigada
el resto de la semana por aquel acto de rebeldía, que no saldría de mi
habitación ni un solo instante y no recibiría visitas.
Voltee los
ojos sin que ellos me miraran pues me tendrían a su merced para poder hacer las
curaciones sin darme la oportunidad de huir. Dolor y más Dolor era lo que me
esperaba.
Esa noche
yo estaba recostada mientras Atlas miraba por la ventana al horizonte, tenía los
brazos cruzados en el pecho, su visita era furtiva.
- Ella, me
amenazó ¿Cierto? ¿A quién más amenazó?
- A los
trillizos.
- Le
mostraste una debilidad tuya, sin embargo.
Hizo una pausa.
- Ella sabe que puede dañarte a
través de nosotros. No quiero que bajo ningún motivo vuelvas a ponerte a ti
misma en esa situación mis hermanos y yo te protegeremos y debes confiar en que
nosotros podemos absorber cualquier castigo merecido o injustificado.
- Ni siquiera responderé eso Atlas,
lo he dejado claro y no intento iniciar esa discusión nuevamente.
- Ellos te protegerán en mi
ausencia, confía en ellos.
- Tú confía en mí.
- Desearía que fueras menos rebelde.
- Entonces quizás no me amarías,
porque no sería yo.
- Touché.
Acarició mi mejilla hasta casi
quedarme dormida.
No cantes victoria - dijo a mi oído – mañana los golpes en tus
muslos serán peor que hoy, creíste que lo olvidaron pero realmente te dejaron
comprobarlo por ti misma, nunca es mejor dejar una herida de ese tipo sin curar
que permitir que ellos te curen aun infringiendo dolor.
- Prepárate, lo dijo en tono de
amenaza.
Dicho esto se fue de ahí, mientras
yo me perdía en el mundo de los sueños.
Pasadas la media noche sucedió, un
dolor punzante en mis muslos me despertó.
Los muchachos parecían divertidos
cuando fui a buscarles.
- Lección aprendida – confirmé entre
gritos y súplicas.
Durante la semana entre correr
dentro de la casa para intentar huir de ellos y que me encontraba en
recuperación tras tremenda golpiza, fui consciente de algo, mi cuerpo me estaba
gritando que necesitaba un descanso.
Era
yo, pero no era yo al verme al espejo.
Estábamos a
menos de un mes de la partida de Atlas y quizá fuera eso lo que me tenía en esa
situación.
Mi piel estaba perdiendo brillantez,
lucía opaca, mi cabello estaba quebradizo y no podía detectar si algo me dolía
ya que yo era una oda al dolor en sí, solo sabía que algo no iba bien, de esas veces que lo sabes simplemente
sin una explicación científica, o explicación sencillamente.
A ese punto
desconocía ¿Qué sería lo mejor? Decirle a Atlas, a los muchachos o esperar a
que pasara.
Si
resultaba que algo estaba mal, quizás me regresarían por donde llegué, lo mejor
sería esperar a que ese malestar general pasara, confiaría en mi cuerpo
esperando que solo buscara su mejora. Ésta semana me presentaba la venta ideal
para ello.
¡Diablos!, me encontraba en
negación, me aferré a la idea de que si evitaba pensar en la partida de Atlas,
ésta quizás no sucedería. ¿A quién engañaba?.
Sin embargo y para mi sorpresa me
descubrí a mí misma durmiendo más de lo usual, comiendo menos de lo
acostumbrado y con el ánimo por los suelos forzándome a mí misma por demostrar lo contario, no saldría
expulsada de aquel lugar por algo tan sencillo como “Depresión por la partida
de Altas”.
Detestaba estar sola y más aún
sentirme en soledad.
Ellos me conocen bien
¿Acaso alguien de ahí no me conoce
bien?
A mitad de semana recibí un gran
ramo de flores, no era un arreglo especial, simplemente muchas flores de
colores silvestres atadas con un listón. La tarjeta tenía un breve mensaje
“Salvajes y rebeldes”. Sonreí al entender el mensaje fuerte y claro.
Amaba mi vida ahí, suspiré y sentí
un dolor en el corazón, esa vida me
estaba gustando más de lo que hubiese reconocido, casi me dolía la
decisión que tomé antes de entrar ahí “Esto es solo una etapa” no te apegues.
Para mi fortuna me dejaron el acceso
a mi computadora y aunque Atlas no era fanático de las redes sociales,
conservábamos la comunicación por correo electrónico como alternativa a la
confiscación de mi celular por parte de los muchachos. Nuestras conversaciones
eran breves, él era un hombre de pocas palabras y aún menos palabras escritas,
lo básico para saber cómo estábamos.
*No he pasado a visitarte pues los muchachos se
encargaron de mantenerme bajo estricta vigilancia para evitar esto, quizás lo
saben quizás no, no es momento de averiar si están al tanto de mis visitar
furtivas Cuídate y Recupérate*
¿Cuál es el objeto del aislamiento?
Me pregunté. Y casi como si César estuviese leyendo mis pensamientos entró a mi
habitación.
Se sentó en mi cama sin decir una
palabra y suspiró.
Tienes tanto de Ramsés en ti –
rompió con aquélla frase el silencio. Después de la batalla que libraste con él
vía telefónica me alegro que se encuentre a la distancia.
- Yo preferiría conocerle de una
vez.
- No tienes idea de lo que deseas.
Entraron los muchachos Jason
mostraba algunos golpes en el rostro.
- Hemos concluido que mantenerte
castigada no tiene mucho objeto – dijo Mario desde que no consideras haber
hecho nada incorrecto.
- No hice nada incorrecto – afirmé.
- Eres una adulta, tomando
decisiones de adulta y asumiendo las consecuencias – dijo Bruno.
- No olviden que estoy siendo
castigada como adolescente.
- ¿Y tiene algún objeto? – preguntó
Jason.
- Quizá ustedes puedan responder a eso mejor que yo.
- ¿Existe algo que podamos hacer
para hacerte desistir de tomar una decisión tan estúpida como ésta? – preguntó
Mario. Mírate no te hace ningún bien.
Tal como predije, ellos primero
actúan y luego escuchan de razones.
Suspiré.
- De verdad – dije juntando mis
manos en posición de rezo y llevándomelas a mis labios – quisiera prometerles
que no volverá a suceder. Pero ella lo convirtió en una guerra personal de la
cual no huiré. Ustedes dijeron que contaba con su respaldo, solo les pido que
se mantengan al margen tanto como puedan y me levanten cuando caiga, como
ahora, sin sus curaciones no se que sería de mi cuerpo.
- No es que las aceptes voluntariamente
– dijo César
- Ah, eso… es para mantener sus
reflejos despiertos, sin mí quizás se convertirían en unos viejos fósiles.
Ellos rieron.
- Nos pides que seamos espectadores
mientras ella te destroza por un capricho tuyo.
- O pueden mirar a otro lado – le
respondí a Mario.
Ramsés, dijeron al unísono.
Les miré sin entenderles.
Ramsés hizo lo mismo cuando llegó
aquí. Se rebeló contra ella, pero continuó su desarrollo. Si alguna vez tuviste
alguna duda, esto lo aclara todo. Son Padre e hija.
- ¿Entonces podré salir mañana?
- No, respondió Mario. Permanecerás
aquí pues no andaremos cazándote como niña de kínder que no quiere tomar sus
verduras para poder curarte como Dios manda. Pero puedes recibir visitas.
- ¿Qué le sucedió a tu rostro? – le
pregunté a Jason.
Se miraron entre ellos.
- Eileen quería tatuarte el día de
hoy en respuesta a tus acciones.
- Ella hizo esto – pregunté
horrorizada.
- Sus guardias – corrigió Jason,
ellos venían por ti.
- ¿Qué Diablos? Los hubieses dejado
hacerlo, así no hubieras sufrido daño.
Todos ellos me miraron, sus ojos y
mis palabras, ahora entendía…
- No hace ninguna diferencia a lo
que tu hiciste, y estando del otro lado ¿No se siente tan bien, cierto?
Moví la cabeza en una negativa.
Me dedicaron una paternal sonrisa y
salieron de ahí. Vaya manera de demostrar su punto.
Dos días después llegaron los
trillizos con tremendo alboroto a destrozar mi corazón presentándome una serie
de opciones.
- Debemos organizar la despedida de
Atlas – señaló el moreno.
Sonó desconsiderado de su parte,
pero era su empleada al fin y al cabo, tendría que colaborar, mi humor no fue
el mejor e hice el mejor esfuerzo de mi parte por prestar atención…
-¿BB? – Estas prestando atención –
Dijo el Rubio.
- Que Atlas se marche no es el fin
del mundo - dijo el Moreno –
concéntrate.
- ¡Gente insensible! – les dirigí
una dura mirada.
- Insensibles o no debes adaptarte o
morir, es a lo que nos dedicamos y es lo que haremos, te servirá para
distraerte.
Les presté mi atención por unos
momentos más hasta que se dieron por vencidos.
- Ok hoy no llegaremos a nada pero esa fiesta se llevará a cabo,
además es la bienvenida de Kevin.
- ¿Kevin?
- El ganador del torneo del año
anterior, ese día regresará. Por cierto él y Atlas son enemigos.
Incliné mi cabeza de lado sin
entender completamente su comentario.
- ¡De verdad que hoy no das una! - Exclamó el Rubio, no fraternal ices con él
dicho de manera sencilla, Atlas se
enfurecería.
- ¡Pero denme alguna explicación!
Salieron de ahí dejándome sumergida
en mi mente con mis teorías conspirativas a todo lo que da.
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