Parecía que
él lo hubiese planeado así. Los muchachos estarían fuera la siguiente semana.
- ¡Sabías
con antelación de su viaje?
- Sí –
respondió con una sonrisa que reprimía una carcajada.
- Entonces
ésta semana será la ideal para hacerlo, para hacer cumplir al perdedor de
aquella monumental carrera en Teotihuacán.
- Sí, lo es
–afirmó.
- Será mi
primera vez haciendo esto, espero hacerlo bien.
Sonreí un
poco, o mucho si he de reconocerlo al recordar cómo fue que gané aquella
carrera.
Al llegar
al final de la pirámide de la luna, entendí que aquello era un batalla perdida,
él estaba incluso descansando un poco con la cara al cielo esperando por mí. Sí,
hacia minutos que él había llegado al final.
A la mitad
del descenso de aquel ancestral lugar, me encontré con un grupo de señoras
encantadoras, extranjeras (por fortuna les entendí y le entendieron a mi
oxidado inglés), mi maquiavélica mente ideó un plan en menos de tres segundos.
Les mostré
una foto de Atlas, les comenté de la apuesta
solo que a ellas les di la versión resumida de mi plan comentando que él
era mi prometido, y que si yo ganaba aquella carrera entonces yo elegiría el
destino de la luna de miel, ¿Mentí? ¡Por supuesto! Diciendo que si el ganaba,
querría arrastrarme a vacacionar con los
suegros… Evidentemente accedieron a ayudarme de inmediato, el objetivo era
darles cierta ventaja para que ellas llegaran a la pirámide final: La pirámide
del sol, ellas se encargarían de mantenerlo ocupado solicitándole ayuda o bajo
cualquier pretexto hasta que yo hubiese alcanzado una ventaja considerable o
bien hubiese llegado al final, discretamente observé a aquel grupo dirigirse
hacia la pirámide y en el inter me hice la loca y gané el mayor tiempo posible.
- Caminemos
mientras nos recuperamos – dije. ¡No sé en qué estaba pensando cuando accedí a
ésta locura!
- Tu
debilidad son las apuestas – sonrió- solo tomo ventaja de ello.
- Hubiese
pensado que esto sería más romántico, llegar a la cima tomados de la mano, ya
sabes cosas cursis.
- Si
aceptas que perdiste, podemos hacer eso…
- Jamás.
Entonces al
llegar al pie de dicho lugar, vi a las señoras sentadas estratégicamente en los
escalones.
-
¿Comenzamos? Dije.
- ¿Quieres
ventaja?
No lo dudé
y asentí.
- Ok, tres
minutos, no te daré más, aprovéchalos.
Emprendí la
graciosa huida sin voltear atrás o detenerme. Llegué a la cima sin un Atlas que
pisara mis talones. Sin demora procedí a descender encontrándomelo a mitad de
camino por lo que apresuré mí paso. Llegamos con casi nada de diferencia, pero
sin duda la indiscutible ganadora había sido yo, con ayuda de aquellas
agradables damas.
Brincaba de
felicidad. Él llegó sin aliento por el esfuerzo de llegar a ser el ganador.
Bailotee a
su alrededor.
Todo iba
viento en popa hasta que el grupo de señoras se alejó y una de ellas nos gritó
que disfrutáramos la Luna de Miel.
Ambos
palidecimos por razones distintas.
- Hiciste
trampa, me abrazó fuertemente y me besó la coronilla.
- No
aclaraste los términos, así que hice uso
de los recursos disponibles – encogí los hombros.
- ¿Luna de
miel?
- Una
mentirilla necesaria…
- Bien,
eventualmente llegaremos ahí. ¿Quiero saber la mentira?
- No me lo
parece.
- Entonces
tus deseos serán mis órdenes – respondió.
- Si es
verdad que mis deseos son tus órdenes entonces quiero que toda los siguientes
días vivas con migo, digo, para darle mayor realidad a todo esto.
- ¡Hecho! -
dijo sin titubeo o duda. ¿Debo llevar ropa?
Inicialmente
no entendí su pregunta, dos segundos después mi cerebro reaccionó.
- ¡Claro! ,
¡Que mente la tuya! – aunque eso me anticipó lo que sucedería si los papeles
fuesen al revés.
Lo
reconozco, no sé cómo sacar el mayor provecho de ésta situación porque mis
ideas son muy básicas, lo puedo ver en su mirada, mi mayor satisfacción fue la
de haber ganado.
Cosas
simples llegaban a mi mente, nada elaborado realmente, me entristecí por mi falta de creatividad
Me parece que lo
único que le ha costado a Atlas es que le pedí las llaves de su coche para
manejarlo estos días, y de eso si tuve una queja.
Además dame
las llaves de tu coche, estos días tú serás el copiloto y yo seré la
conductora.
- De
acuerdo a mi papel en este juego de roles, soy yo quien debería conducirte a
todos lados.
-Eso ya lo
haces y no tiene gracia, así que dame ahora mismo las llaves de tu coche.
Dudo por
algunos instantes.
-De no
hacerlo quizá tenga que darte un par de azotes, ahora que lo pienso, nunca he
contado con ese privilegio.
- Si eso es
lo que deseas solo tienes que pedirlo ¿Sabes? Ese es mi papel por el resto
de estos días.
- ¿Atlas?
- Si,
-Si los papeles hubiesen sido al
revés ¿Qué tenías en mente?
- Eso lo mantendré en secreto hasta
que tal cosa suceda.
- Deberé cuidar mis apuestas de aquí
en adelante.
- Eso está por verse ese es tu punto
débil, lo sabes, lo sé… realmente no creo que haya mucho por hacer.
Le brindé
el beneficio de la duda.
-Entonces
comencemos mañana con mi desayuno en la cama, nada de cosas saludables, te
recuerdo, quiero un capuchino, con una rebanada bien grande de pay de queso
bañado salsa de fresa, un panini de tres quesos me vendría muy bien, nada
comprado, quiero todo hecho con tus manos. No dejes un batidero en la cocina,
todo ordenado por favor. Y a ti te quiero usando únicamente boxers.
Sonrió y
movió la cabeza de un lado a otro. ¿Algo más?
- Pensé por
unos momentos… ¡Sí! Ahora que lo mencionas, acompáñame.
En mi
habitación saqué una pequeña cadena con mi inicial colgada de ella.
- Úsala.
Me miró a
los ojos por unos brevísimos instantes. Se colocó de rodillas.
- ¿Qué
haces? – Por un instante pensé que pediría que no la colocara.
- Colócala
tu misma, es lo correcto – Sonrió.
- Listo.
- Vayamos
abajo, quiero ver una peli y descansar hasta mañana.
Durante el tiempo que estuvimos
viendo la peli, literalmente se abalanzó sobre mí para besarme apasionadamente.
- No sé si podré hacerlo los
siguientes días, por lo que aprovecharé.
No lo había meditado, pero entonces
no solo sería un castigo para él, lo sería para mí también.
Pasaba la media noche cuando subimos
a dormir.
- Técnicamente podemos comenzar a
jugar ya – dijo él.
Bostezando miré el reloj. ¡Es
cierto! – Le miré con una gran sonrisa.
-¿Qué? – Preguntó.
- Pídeme que te deje una marca
visible en el cuello.
Su expresión cambió
inmediatamente a una seriedad total. Me
miró a los ojos y se inclinó hasta quedar cara a cara.
- Patea traseros, ¿Puedes hacerme
una marca de salvajes en el cuello?
- Pídelo por favor.
Apretó la mandíbula.
- Por favor.
- Será un placer. Le tomé por los
hombros y le giré para ponerlo de espaldas a la pared e hice lo mío.
Sonreía ampliamente mientras que él
se mostraba en contra de aquello.
- No tiene que gustarte – le
recordé.
Entró tras de mi a mi habitación, a
lo cual voltee de inmediato.
- Tu dormirás, donde sea que duermes
cuando te quedas aquí, pero no dormirás a mi lado – pensé unos momentos - Referente
a eso… Mañana podemos pasar la noche fuera, desde que los muchachos no están,
arregla todo, le ordené. Deseo poner a prueba la resistencia de esa lengua de
tornado que tienes, contando el número de orgasmos que puedes provocarme en una
noche, sí, eso deseo. ¡Esto comienza a gustarme!
- ¡Patea traseros!
- ¿Alguna objeción?
- Ninguna – dijo sonriendo.
- Bien, entonces nos vemos mañana.
Cerré la puerta tras de mí.
Mientras buscaba mi pijama, vi un
pants rosa llamativo colgando en mi closet, y una idea vino a mi mente…
Escuché que la puerta se abrió,
afortunadamente tengo el sueño ligero y usualmente escucho los ruidos a mí
alrededor, la luz se encendió y mi mirada se iluminó al verle parado frente a
mí, desnudo como me encanta y con el desayuno solicitado.
Me incorporé para sentarme, él
colocó la mesita sobre la cama. Le dio el toque final con una flor muy
colorida.
No dijo nada, solo se quedó de pie a un lado.
- ¿Te ha comido la lengua el ratón?
El negó con la cabeza.
- Ven y dame mi beso de buenos días.
Así lo hizo y descubrí que su
aliento era fresco como la menta, y yo aún no había lavado mis dientes, sin
embargo hizo lo que le pedí, me sentí un poco apenada.
Probé aquellas delicias mientras él
me observaba.
- ¿Y tú desayuno?
- No estoy seguro de tus
instrucciones al respecto, por lo que espero paciente.
- ¿Qué? Ve y trae tu desayuno para
disfrutarlo juntos.
Asintió y se retiró de ahí
regresando unos instantes después.
- ¿Entonces si no te doy una orden
simplemente – hice una pausa – te quedarás sin probar alimento?
El asintió.
- Respóndeme.
- Tienes que autorizarme a hacerlo.
- Uf, tienes bastante experiencia en
esto, tal parece.
- Sonrió – quiero hacer de esta
experiencia algo agradable para ti, nunca antes me había tocado estar del otro
lado.
Se retiró y regresó con otra mesita
igual. Comenzaba a entender su
pensamiento acerca de aquel juego.
- Acompáñame, siéntate del otro lado
de la cama.
Desayunamos en un cómodo silencio,
cuando casi terminé mi desayuno, le acerqué aquel conjunto de pants rosa que
elegí la noche anterior, y una playera negra de tirantes, toda era mi ropa.
Lo miró sin decir nada, y se lo puso
valientemente al final del desayuno, saliendo vestido de esa manera a enfrentar
el día.
Me sorprendí con la valentía con la
que enfrentó aquello, ya que en ausencia de los muchachos él dirigía las clases
todo el día, muchas miradas y cuchicheos se escucharon a su llegada, pero ni
una sola risa o carcajada, salvo por los trillizos, inmediatamente los controló
con una mirada recordándome a mi mamá cuando he hecho algo indebido pero
estamos frente a un público considerable y no puede hacer nada.
No me quedó la mínima duda que se
estaba desquitando en aquel espacio terminé sin aliento y sin alma en el cuerpo,
tirada panza arriba, pero con ánimos de continuar torturándole.
- Vayamos a comer - dije.
Los
trillizos se acercaron de inmediato.
- ¿Que se
traen entre ustedes? - preguntó el Pelirrojo.
- No te
metas - le dijo Atlas dirigiendo una fría mirada.
- Vamos a
ir a comer algo de comida callejera: sopes y gorditas - le respondí yo.
¿Podemos ir? -
Preguntó el Rubio.
- Pueden,
con las siguientes condiciones: comerán lo que yo les indique sin queja ni
preguntas, todo hasta terminar la comida del plato, yo manejaré y no se aceptan
sugerencias, además de que la cuenta corre por mi cuenta.
Se miraron
entre ellos aceptando casi de inmediato.
- Cualquier
precio no es suficiente por ver a Atlas hacer esto - dijo el Rubio sonriendo maliciosamente
¿De qué va todo? ¿Cuál es la razón por la que estas siendo arrastrado hacia
esto?
- Estoy
pagando una apuesta- le respondió Atlas apretando los dientes al tiempo que yo
sonreía ampliamente.
- Entonces,
súbanse, tú serás mi copiloto, le señalé al moreno.
Los
pasajeros de la parte trasera no iban muy cómodos, para sus tamaños aquel carro
aunque amplio era como una lata de sardinas, y aún así todos se
comportaron apropiadamente.
Sus caras
de asombro total hacia el lugar a donde llegamos fueron de película.
Para ellos
que están acostumbrados a lujosos restaurants y a ser tratados a cuerpo de Rey
llegar a sentarse sobre botes de aluminio, comer con las manos y sin mesa…
aquello fue un cambio total.
Ordené por
todos, una cantidad moderada, sabiendo que comerían lo básico únicamente para
sobrevivir y no los forzaría a más.
Me dirigí
hasta el lugar donde tenía los refrescos la señora, un tambo de metal lleno de
hielos y los refrescos sumergidos dentro y elegí refrescos para todos, sabiendo
que para ellos es casi como meter veneno a su cuerpo.
Ni una sola
queja salió de aquellas bocas, solo miradas de desconfianza e inspección
detallada a su comida, que pareciera que le iban a salir patas y los atacaría
en cualquier momento, después del primer bocado, dieron el siguiente y siguiente,
sabía que lo iban a disfrutar pero desconocía cuánto, al menos los trillizos.
Atlas comió
rápidamente sin saborear casi la comida. No hizo ni un solo comentario.
Los
trillizos lo observaban fascinados.
- No
creímos que este día llegaría – se burlaba el Rubio.
- Cuidado
- le amenazó, puedes perder los dientes.
Pagué la
cuenta y partimos de ahí no sin antes
haber comprado un par de dulces de leche para el postre.
- Quedé más
que satisfecha, creo que exageré en la cantidad de comida. Le estiré la mano a
Atlas cediéndole las llaves del coche.
Me recosté
en el hombro del trillizo moreno que se ubicaba junto a mí y perdí la
consciencia hasta que llegamos, me despertó con un leve toque en el hombro.
- Es por
ello que comemos ligero Patea traseros, ahora te costará seguir el ritmo - dijo
Atlas sosteniendo la puerta para que bajara del coche.
Efectivamente
me costó horrores seguir el ritmo y juré por todos los Dioses y Demonios que no
volverá a repetir aquello.
Atlas se
mostraba evidentemente cómodo haciéndome pagar de esa manera, lo disfrutaba.
- Nadie se moverá de aquí hasta que
todos terminemos la rutina de hoy – señaló el pizarrón donde había anotado una
serie de ejercicios y las repeticiones que debíamos hacer de cada uno de ellos.
Le miré enfadada.
Se acercó a mí con los brazos
cruzados y una gran sonrisa.
- Quizás quieras comenzar lo antes
posible, después de todo hoy en la noche tengo una petición que atender, se
retiró de ahí chocando su brazo con el mío.
Una hora después y al no haber
completado ni una cuarta parte de aquello, le odié y esa noche me desquitaría,
pero ¿Cómo exactamente? Como siempre él juega mejor éste juego y en mi mente no
cruzaba ni un solo castigo que le pudiese afectar.
Entre sus curiosos ejercicios que
hacían esforzar cada músculo de mi cuerpo y estirarlo al mismo tiempo. Nada
vino a mi mente, nada.
Horas después y viéndome rodeada de
la impaciencia de todos ellos que se encontraban en espera de que terminara mi
rutina, me rendí. No había recibido iluminación divina, y eso me hizo estar
enfadada.
Me estiré tirada en suelo dejando
que mis músculos se relajaran y con mi humor negro en espiral ascendente.
Esperó a que todos salieran del lugar para sentarse a mi
lado.
- ¿Lista?
- Llévame a casa, no tengo ganas o
humor para nada más – le respondí secamente cubriendo mis ojos con mis
antebrazos.
No recibí respuesta. Se colocó de
pie y cruzó sus brazos.
- ¿Puedes decirme la causa por la
que estas de tan mal humor?
Guardé silencio debatiéndome entre
abrir la boca o meterme entre mis capas, a sabiendas que estaba en una posición
comprometida y no me dejaría ir tan
fácilmente.
- Sin importar mis esfuerzos,
cualquier juego, cualquiera, lo juegas mejor que yo. ¿O acaso negarás que ésta
friega a la cual nos acabas de someter no es producto de tu molestia hacia mí?.
No es divertido.
- Ponte de pie – ordenó.
No me moví ni un ápice. Escuché como
se alejaba y regresaba nuevamente.
- De pie BB, no es una petición.
Retiré mis brazos de mis ojos y le
vi de pie con una vara de bambú. Abrí mis ojos ampliamente y mi boca se secó en
automático.
- ¿Qué hice mal?
- De pie, sabes que odio repetir las
instrucciones.
Dio un par de vueltas rodeándome.
- No estas disfrutando el juego.
- ¿Y por eso me azotarás? – Esperaba
un golpe en cualquier momento y en cualquier lugar.
- ¿Quieres saber por qué no lo estas
disfrutando?
- No lo sé… ¿Por qué razón me
golpearás?
Dio un par de vueltas más, agitó la
vara y me la entregó.
Se colocó de rodillas.
- Golpéame.
- ¡Estás loco!
- Esa es justo la razón, no te
sientes cómoda ejerciendo control, te gusta hacer las cosas a tu manera, sí,
pero no obligarías a nadie más a hacerlas sin su aprobación. Me golpearás solo
producto de un arranque de furia, pero no por que quieras hacerlo simplemente
para cumplir tu palabra o por un juego como ahora.
- Estas demente si crees que soy una
sumisa.
- No, definitivamente no lo eres,
eres una rebelde, pero no te gusta forzar o ejercer control, contrario a mí por
ejemplo. Es cuestión de personalidades.
Diablos, ¿Cuántos meses llevamos
juntos? Él me conocía completamente incluso conocía mi alma, eso únicamente
ocasionó que mi humor empeorara.
Partí la vara con mi pierna, se la
arrojé a la cara y partí de ahí.
- Necesito espacio. Hemos terminado
este juego enfermo.
Salí de ahí hecha una fiera. Unos
pasos después me alcanzó, me tomó por el brazo girándome en mi propio eje, en
un solo y preciso movimiento me tenía sobre su hombro y nos dirigíamos a su coche.
- ¡Bájame!
- Terminaste el juego, no puedes
darme más órdenes, ahora dejas de gritar o te arrojaré al maletero, me
prometiste algo ésta noche y ahora lo vas a cumplir.
- Tú mismo dijiste que el juego
terminó.
- Aun quiero cumplir ésta parte.
-
Bájame.
El maletero será. Abrió la cajuela y
me aferré como posesa a él.
- No, no. ¡Está bien, está bien!
Guardaré silencio.
Me llevó a
la parte de atrás de su coche, guardé silencio hasta llegar a nuestro destino.
- Tomaré un
baño, me indició. – Hizo una pausa. Solo en caso de que desees escapar. Sacó
las esposas que ahora me arrepiento de haber adquirido y me aprisionó a la
cabecera de la cama.
Voltee los
ojos hacia arriba.
- Estaré
dormida a tu regreso. No me molestes pro favor.
- No lo
puedo garantizar, yo haré mi parte.
- Yo
también necesito un baño.
- Y yo no
quiero que tomes un baño, su mirada era lasciva completamente.
¿Cómo
llegamos hasta aquí? Como es que terminé en esta situación siendo yo la
indiscutible ganadora de aquella apuesta.
Pataleé
cual niña pequeña.
¿Harás un berrinche? Estas mojada de solo pensar en lo
que viene a continuación, porque te esfuerzas en negarlo.
Calla, no quiero escucharte, le dije a la loca de la
casa.
En menos de
lo que esperé estaba frente a mi húmedo y frotándose la toalla por todo su
cuerpo, ese escultural cuerpo que invitaba al pecado exudando sensualidad por cada
uno de sus poros ¿Era así realmente o solo era así para ésta pobre mortal?
Quedé
inmóvil y esperé que actuara.
Ahora te
voy a desnudar – dijo arrojando la toalla a un lado, si gritas u opones
resistencia tendré que tomar medidas al respecto.
- Solo
déjame tomar un baño – dije con voz suplicante.
- No, dijo
retirando uno de mis tennis.
- ¿Tienes
idea de cuánto sudé el día de hoy?
- Sí,
estuve ahí, me miró a los ojos al tiempo que retiraba el otro tennis.
- Por
favor, por favor, por favor. Patalee un poco.
- ¿Entonces
no opondrás resistencia después del baño, si y solo si te permito tomarlo?
- No, no
opondré resistencia.
- ¿Lo
prometes?
- Si
- Tienes 3
minutos, aprovéchalos, iré por ti como
estés si no cumples ese tiempo. Quitó las esposas y tomó su reloj.
Me apresuré
porque sabía que no mentía.
Nuevamente
me pregunté cómo se invirtieron los papeles, siendo yo la que ahora recibía órdenes
y no solo eso sino que me apresuraba a cumplirlas.
Me presenté
ante él de la misma manera en como él se había presentado ante mí, desnuda, húmeda
y pasándome la toalla por el cuerpo.
- Muy bien
preciosa, lo has hecho muy bien.
Me recostó
sobre la cama dirigiéndose de inmediato a su labor.
- ¿Lengua
de tornado? – rio pegado a mí.
El resto de
la noche supliqué por descanso, solo que no dio tregua, su lengua, sus dedos,
sus labios…
-
Solicitaste mis servicios por toda la noche – afirmaba constantemente. Terminé
exhausta y satisfecha por haber experimentado tanto placer. Hasta bien entrada
la mañana.
- Atlas, ¡No
puedo más! - grité - haré lo que quieras, todo lo que quiera y
desees, pero por favor ¡Para ya!
- Sonrió más
que satisfecho diría yo y se tumbó a un lado mío.
- ¿Lo que
yo desee?
- Lo que
desees es tuyo, dije con voz apenas audible.
- Guardaré
esa promesa.
Nos acomodó
a ambos en la cama y nos dispusimos a dormir. Espero que un par de horas me
sean suficientes…
Cuando
estaba conciliando el sueño, susurró al a mi oído: Eso preciosa, eso es ser un esclavo. – Si es que existe una
siguiente vez disfrútalo, porque yo lo disfrutaré y me aprovecharé enormemente.
Me besó un
hombro.
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