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viernes, 7 de octubre de 2016

28.2 "El/la ganador(a) de la apuesta es..."



Parecía que él lo hubiese planeado así. Los muchachos estarían fuera la siguiente semana.
- ¡Sabías con antelación de su viaje?
- Sí – respondió con una sonrisa que reprimía una carcajada.
- Entonces ésta semana será la ideal para hacerlo, para hacer cumplir al perdedor de aquella monumental carrera en Teotihuacán.
- Sí, lo es –afirmó.
- Será mi primera vez haciendo esto, espero hacerlo bien.
Sonreí un poco, o mucho si he de reconocerlo al recordar cómo fue que gané aquella carrera.
Al llegar al final de la pirámide de la luna, entendí que aquello era un batalla perdida, él estaba incluso descansando un poco con la cara al cielo esperando por mí. Sí, hacia minutos que él había llegado al final. 
A la mitad del descenso de aquel ancestral lugar, me encontré con un grupo de señoras encantadoras, extranjeras (por fortuna les entendí y le entendieron a mi oxidado inglés), mi maquiavélica mente ideó un plan en menos de tres segundos.
Les mostré una foto de Atlas, les comenté de la apuesta  solo que a ellas les di la versión resumida de mi plan comentando que él era mi prometido, y que si yo ganaba aquella carrera entonces yo elegiría el destino de la luna de miel, ¿Mentí? ¡Por supuesto! Diciendo que si el ganaba, querría  arrastrarme a vacacionar con los suegros… Evidentemente accedieron a ayudarme de inmediato, el objetivo era darles cierta ventaja para que ellas llegaran a la pirámide final: La pirámide del sol, ellas se encargarían de mantenerlo ocupado solicitándole ayuda o bajo cualquier pretexto hasta que yo hubiese alcanzado una ventaja considerable o bien hubiese llegado al final, discretamente observé a aquel grupo dirigirse hacia la pirámide y en el inter me hice la loca y gané el mayor tiempo posible.
- Caminemos mientras nos recuperamos – dije. ¡No sé en qué estaba pensando cuando accedí a ésta locura!
- Tu debilidad son las apuestas – sonrió-  solo tomo ventaja de ello.
- Hubiese pensado que esto sería más romántico, llegar a la cima tomados de la mano, ya sabes cosas cursis.
- Si aceptas que perdiste, podemos hacer eso…
- Jamás.
Entonces al llegar al pie de dicho lugar, vi a las señoras sentadas estratégicamente en los escalones.
- ¿Comenzamos? Dije.
- ¿Quieres ventaja?
No lo dudé y asentí.
- Ok, tres minutos, no te daré más,  aprovéchalos.
Emprendí la graciosa huida sin voltear atrás o detenerme. Llegué a la cima sin un Atlas que pisara mis talones. Sin demora procedí a descender encontrándomelo a mitad de camino por lo que apresuré mí paso. Llegamos con casi nada de diferencia, pero sin duda la indiscutible ganadora había sido yo, con ayuda de aquellas agradables damas.
Brincaba de felicidad. Él llegó sin aliento por el esfuerzo de llegar a ser el ganador.
Bailotee a su alrededor.
Todo iba viento en popa hasta que el grupo de señoras se alejó y una de ellas nos gritó que disfrutáramos la Luna de Miel.
Ambos palidecimos por razones distintas.
- Hiciste trampa, me abrazó fuertemente y me besó la coronilla.
- No aclaraste  los términos, así que hice uso de los recursos disponibles – encogí los hombros.
- ¿Luna de miel?
- Una mentirilla necesaria…
- Bien, eventualmente llegaremos ahí. ¿Quiero saber la mentira?
- No me lo parece.


- Entonces tus deseos serán mis órdenes – respondió.
- Si es verdad que mis deseos son tus órdenes entonces quiero que toda los siguientes días vivas con migo, digo, para darle mayor realidad a todo esto.
- ¡Hecho! - dijo sin titubeo o duda. ¿Debo llevar ropa?
Inicialmente no entendí su pregunta, dos segundos después mi cerebro reaccionó.
- ¡Claro! , ¡Que mente la tuya! – aunque eso me anticipó lo que sucedería si los papeles fuesen al revés.
Lo reconozco, no sé cómo sacar el mayor provecho de ésta situación porque mis ideas son muy básicas, lo puedo ver en su mirada, mi mayor satisfacción fue la de haber ganado.
Cosas simples llegaban a mi mente, nada elaborado realmente, me entristecí por mi falta de creatividad
Me parece que lo único que le ha costado a Atlas es que le pedí las llaves de su coche para manejarlo estos días, y de eso si tuve una queja.
Además dame las llaves de tu coche, estos días tú serás el copiloto y yo seré la conductora.
- De acuerdo a mi papel en este juego de roles, soy yo quien debería conducirte a todos lados.
-Eso ya lo haces y no tiene gracia, así que dame ahora mismo las llaves de tu coche.
Dudo por algunos instantes.
-De no hacerlo quizá tenga que darte un par de azotes, ahora que lo pienso, nunca he contado con ese privilegio.
- Si eso es lo que deseas solo tienes que pedirlo ¿Sabes? Ese es mi papel por el resto de  estos días.
- ¿Atlas?
            - Si,
            -Si los papeles hubiesen sido al revés ¿Qué tenías en mente?
            - Eso lo mantendré en secreto hasta que tal cosa suceda.
            - Deberé cuidar mis apuestas de aquí en adelante.
            - Eso está por verse ese es tu punto débil, lo sabes, lo sé… realmente no creo que haya mucho por hacer.
Le brindé el beneficio de la duda.
-Entonces comencemos mañana con mi desayuno en la cama, nada de cosas saludables, te recuerdo, quiero un capuchino, con una rebanada bien grande de pay de queso bañado salsa de fresa, un panini de tres quesos me vendría muy bien, nada comprado, quiero todo hecho con tus manos. No dejes un batidero en la cocina, todo ordenado por favor. Y a ti te quiero usando únicamente boxers.
Sonrió y movió la cabeza de un lado a otro. ¿Algo más?
- Pensé por unos momentos… ¡Sí! Ahora que lo mencionas, acompáñame.
En mi habitación saqué una pequeña cadena con mi inicial colgada de ella.
- Úsala.
Me miró a los ojos por unos brevísimos instantes. Se colocó de rodillas.
- ¿Qué haces? – Por un instante pensé que pediría que no la colocara.
- Colócala tu misma, es lo correcto – Sonrió.
- Listo.
- Vayamos abajo, quiero ver una peli y descansar hasta mañana.
            Durante el tiempo que estuvimos viendo la peli, literalmente se abalanzó sobre mí para besarme apasionadamente.
            - No sé si podré hacerlo los siguientes días, por lo que aprovecharé.
            No lo había meditado, pero entonces no solo sería un castigo para él, lo sería para mí también.
            Pasaba la media noche cuando subimos a dormir.
            - Técnicamente podemos comenzar a jugar ya – dijo él.
            Bostezando miré el reloj. ¡Es cierto! – Le miré con una gran sonrisa.
            -¿Qué? – Preguntó.
            - Pídeme que te deje una marca visible en el cuello.
            Su expresión cambió inmediatamente  a una seriedad total. Me miró a los ojos y se inclinó hasta quedar cara a cara.
            - Patea traseros, ¿Puedes hacerme una marca de salvajes en el cuello?
            - Pídelo por favor.
            Apretó la mandíbula.
            - Por favor.
            - Será un placer. Le tomé por los hombros y le giré para ponerlo de espaldas a la pared e hice lo mío.
            Sonreía ampliamente mientras que él se mostraba en contra de aquello.
            - No tiene que gustarte – le recordé.
            Entró tras de mi a mi habitación, a lo cual voltee de inmediato.
            - Tu dormirás, donde sea que duermes cuando te quedas aquí, pero no dormirás a mi lado – pensé unos momentos - Referente a eso… Mañana podemos pasar la noche fuera, desde que los muchachos no están, arregla todo, le ordené. Deseo poner a prueba la resistencia de esa lengua de tornado que tienes, contando el número de orgasmos que puedes provocarme en una noche, sí, eso deseo. ¡Esto comienza a gustarme!
            - ¡Patea traseros!
            - ¿Alguna objeción?
            - Ninguna – dijo sonriendo.
            - Bien, entonces nos vemos mañana. Cerré la puerta tras de mí.
            Mientras buscaba mi pijama, vi un pants rosa llamativo colgando en mi closet, y una idea vino a mi mente…
           
            Escuché que la puerta se abrió, afortunadamente tengo el sueño ligero y usualmente escucho los ruidos a mí alrededor, la luz se encendió y mi mirada se iluminó al verle parado frente a mí, desnudo como me encanta y con el desayuno solicitado.
            Me incorporé para sentarme, él colocó la mesita sobre la cama. Le dio el toque final con una flor muy colorida.
            No dijo  nada, solo se quedó de pie a un lado.
            - ¿Te ha comido la lengua el ratón?
            El negó con la cabeza.
            - Ven y dame mi beso de buenos días.
            Así lo hizo y descubrí que su aliento era fresco como la menta, y yo aún no había lavado mis dientes, sin embargo hizo lo que le pedí, me sentí un poco apenada.
            Probé aquellas delicias mientras él me observaba.
            - ¿Y tú desayuno?
            - No estoy seguro de tus instrucciones al respecto, por lo que espero paciente.
            - ¿Qué? Ve y trae tu desayuno para disfrutarlo juntos.
            Asintió y se retiró de ahí regresando unos instantes después.
            - ¿Entonces si no te doy una orden simplemente – hice una pausa – te quedarás sin probar alimento?
            El asintió.
            - Respóndeme.
            - Tienes que autorizarme a hacerlo.
            - Uf, tienes bastante experiencia en esto, tal parece.
            - Sonrió – quiero hacer de esta experiencia algo agradable para ti, nunca antes me había tocado estar del otro lado.
            Se retiró y regresó con otra mesita igual. Comenzaba  a entender su pensamiento acerca de aquel juego.
            - Acompáñame, siéntate del otro lado de la cama.
            Desayunamos en un cómodo silencio, cuando casi terminé mi desayuno, le acerqué aquel conjunto de pants rosa que elegí la noche anterior, y una playera negra de tirantes, toda era mi ropa.
            Lo miró sin decir nada, y se lo puso valientemente al final del desayuno, saliendo vestido de esa manera a enfrentar el día.
            Me sorprendí con la valentía con la que enfrentó aquello, ya que en ausencia de los muchachos él dirigía las clases todo el día, muchas miradas y cuchicheos se escucharon a su llegada, pero ni una sola risa o carcajada, salvo por los trillizos, inmediatamente los controló con una mirada recordándome a mi mamá cuando he hecho algo indebido pero estamos frente a un público considerable y no puede hacer nada.
            No me quedó la mínima duda que se estaba desquitando en aquel espacio terminé sin aliento y sin alma en el cuerpo, tirada panza arriba, pero con ánimos de continuar torturándole.
            - Vayamos a comer  - dije.
Los trillizos se acercaron de inmediato.
- ¿Que se traen entre ustedes? - preguntó el Pelirrojo.
- No te metas - le dijo Atlas dirigiendo una fría mirada.
- Vamos a ir a comer algo de comida callejera: sopes y gorditas - le respondí yo.
¿Podemos ir? - Preguntó el  Rubio.
- Pueden, con las siguientes condiciones: comerán lo que yo les indique sin queja ni preguntas, todo hasta terminar la comida del plato, yo manejaré y no se aceptan sugerencias, además de que la cuenta corre por mi cuenta.
Se miraron entre ellos aceptando casi de inmediato.
- Cualquier precio no es suficiente por ver a Atlas hacer esto - dijo el Rubio sonriendo maliciosamente ¿De qué va todo? ¿Cuál es la razón por la que estas siendo arrastrado hacia esto?
- Estoy pagando una apuesta- le respondió Atlas apretando los dientes al tiempo que yo sonreía ampliamente.
- Entonces, súbanse, tú serás mi copiloto, le señalé al moreno.
Los pasajeros de la parte trasera no iban muy cómodos, para sus tamaños aquel carro  aunque amplio era como una lata de sardinas, y aún así todos se comportaron apropiadamente.
Sus caras de asombro total hacia el lugar a donde llegamos fueron de película.
Para ellos que están acostumbrados a lujosos restaurants y a ser tratados a cuerpo de Rey llegar a sentarse sobre botes de aluminio, comer con las manos y sin mesa… aquello fue un cambio total.
Ordené por todos, una cantidad moderada, sabiendo que comerían lo básico únicamente para sobrevivir y no los forzaría a más.
Me dirigí hasta el lugar donde tenía los refrescos la señora, un tambo de metal lleno de hielos y los refrescos sumergidos dentro y elegí refrescos para todos, sabiendo que para ellos es casi como meter veneno a su cuerpo.
Ni una sola queja salió de aquellas bocas, solo miradas de desconfianza e inspección detallada a su comida, que pareciera que le iban a salir patas y los atacaría en cualquier momento, después del primer bocado, dieron el siguiente y siguiente, sabía que lo iban a disfrutar pero desconocía cuánto, al menos los trillizos.
Atlas comió rápidamente sin saborear casi la comida. No hizo ni un solo comentario.
Los trillizos lo observaban fascinados.
- No creímos que este día llegaría – se burlaba el Rubio.
- Cuidado -  le amenazó, puedes perder los dientes.
Pagué la cuenta y  partimos de ahí no sin antes haber comprado un par de dulces de leche para el postre.
- Quedé más que satisfecha, creo que exageré en la cantidad de comida. Le estiré la mano a Atlas cediéndole las llaves del coche.
Me recosté en el hombro del trillizo moreno que se ubicaba junto a mí y perdí la consciencia hasta que llegamos, me despertó con un leve toque en el hombro.
- Es por ello que comemos ligero Patea traseros, ahora te costará seguir el ritmo - dijo Atlas sosteniendo la puerta para que bajara del coche.
Efectivamente me costó horrores seguir el ritmo y juré por todos los Dioses y Demonios que no volverá a repetir aquello.
Atlas se mostraba evidentemente cómodo haciéndome pagar de esa manera, lo disfrutaba.
            - Nadie se moverá de aquí hasta que todos terminemos la rutina de hoy – señaló el pizarrón donde había anotado una serie de ejercicios y las repeticiones que debíamos  hacer de cada uno de ellos.
            Le miré enfadada.
            Se acercó a mí con los brazos cruzados y una gran sonrisa.
            - Quizás quieras comenzar lo antes posible, después de todo hoy en la noche tengo una petición que atender, se retiró de ahí chocando su brazo con el mío.
            Una hora después y al no haber completado ni una cuarta parte de aquello, le odié y esa noche me desquitaría, pero ¿Cómo exactamente? Como siempre él juega mejor éste juego y en mi mente no cruzaba ni un solo castigo que le pudiese afectar.
            Entre sus curiosos ejercicios que hacían esforzar cada músculo de mi cuerpo y estirarlo al mismo tiempo. Nada vino a mi mente, nada.
            Horas después y viéndome rodeada de la impaciencia de todos ellos que se encontraban en espera de que terminara mi rutina, me rendí. No había recibido iluminación divina, y eso me hizo estar enfadada.
            Me estiré tirada en suelo dejando que mis músculos se relajaran y con mi humor negro en espiral ascendente.
            Esperó a que  todos salieran del lugar para sentarse a mi lado.
            - ¿Lista?
            - Llévame a casa, no tengo ganas o humor para nada más – le respondí secamente cubriendo mis ojos con mis antebrazos.
            No recibí respuesta. Se colocó de pie y cruzó sus brazos.
            - ¿Puedes decirme la causa por la que estas de tan mal humor?
            Guardé silencio debatiéndome entre abrir la boca o meterme entre mis capas, a sabiendas que estaba en una posición comprometida y no  me dejaría ir tan fácilmente.
            - Sin importar mis esfuerzos, cualquier juego, cualquiera, lo juegas mejor que yo. ¿O acaso negarás que ésta friega a la cual nos acabas de someter no es producto de tu molestia hacia mí?. No es divertido.
            - Ponte de pie – ordenó.
            No me moví ni un ápice. Escuché como se alejaba y regresaba nuevamente.
            - De pie BB, no es una petición.
            Retiré mis brazos de mis ojos y le vi de pie con una vara de bambú. Abrí mis ojos ampliamente y mi boca se secó en automático.
            - ¿Qué hice mal?
            - De pie, sabes que odio repetir las instrucciones.
            Dio un par de vueltas rodeándome.
            - No estas disfrutando el juego.
            - ¿Y por eso me azotarás? – Esperaba un golpe en cualquier momento y en cualquier lugar.
            - ¿Quieres saber por qué no lo estas disfrutando?
            - No lo sé… ¿Por qué razón me golpearás?
            Dio un par de vueltas más, agitó la vara y me la entregó.
            Se colocó de rodillas.
            - Golpéame.
            - ¡Estás loco!
            - Esa es justo la razón, no te sientes cómoda ejerciendo control, te gusta hacer las cosas a tu manera, sí, pero no obligarías a nadie más a hacerlas sin su aprobación. Me golpearás solo producto de un arranque de furia, pero no por que quieras hacerlo simplemente para cumplir tu palabra o por un juego como ahora.
            - Estas demente si crees que soy una sumisa.
            - No, definitivamente no lo eres, eres una rebelde, pero no te gusta forzar o ejercer control, contrario a mí por ejemplo. Es cuestión de personalidades.
            Diablos, ¿Cuántos meses llevamos juntos? Él me conocía completamente incluso conocía mi alma, eso únicamente ocasionó que mi humor empeorara.
            Partí la vara con mi pierna, se la arrojé a la cara y partí de ahí.
            - Necesito espacio. Hemos terminado este juego enfermo.
            Salí de ahí hecha una fiera. Unos pasos después me alcanzó, me tomó por el brazo girándome en mi propio eje, en un solo y preciso movimiento me tenía sobre su hombro y nos dirigíamos  a su coche.
            - ¡Bájame!
            - Terminaste el juego, no puedes darme más órdenes, ahora dejas de gritar o te arrojaré al maletero, me prometiste algo ésta noche y ahora lo vas a cumplir.
            - Tú mismo dijiste que el juego terminó.
            - Aun quiero cumplir ésta parte.
            - Bájame.
            El maletero será. Abrió la cajuela y me aferré como posesa a él.
            - No, no. ¡Está bien, está bien! Guardaré silencio.
Me llevó a la parte de atrás de su coche, guardé silencio hasta llegar a nuestro destino.
- Tomaré un baño, me indició. – Hizo una pausa. Solo en caso de que desees escapar. Sacó las esposas que ahora me arrepiento de haber adquirido y me aprisionó a la cabecera de la cama.
Voltee los ojos hacia arriba.
- Estaré dormida a tu regreso. No me molestes pro favor.
- No lo puedo garantizar, yo haré mi parte.
- Yo también necesito un baño.
- Y yo no quiero que tomes un baño, su mirada era lasciva completamente.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Como es que terminé en esta situación siendo yo la indiscutible ganadora de aquella apuesta.
Pataleé cual niña pequeña.
¿Harás un berrinche? Estas mojada de solo pensar en lo que viene a continuación, porque te esfuerzas en negarlo.
Calla, no quiero escucharte, le dije a la loca de la casa.
En menos de lo que esperé estaba frente a mi húmedo y frotándose la toalla por todo su cuerpo, ese escultural cuerpo que invitaba al pecado exudando sensualidad por cada uno de sus poros ¿Era así realmente o solo era así para ésta pobre mortal?
Quedé inmóvil y esperé que actuara.
Ahora te voy a desnudar – dijo arrojando la toalla a un lado, si gritas u opones resistencia tendré que tomar medidas al respecto.
- Solo déjame tomar un baño – dije con voz suplicante.
- No, dijo retirando uno de mis tennis.
- ¿Tienes idea de cuánto sudé el día de hoy?
- Sí, estuve ahí, me miró a los ojos al tiempo que retiraba el otro tennis.
- Por favor, por favor, por favor. Patalee un poco.
- ¿Entonces no opondrás resistencia después del baño, si y solo si te permito tomarlo?
- No, no opondré resistencia.
- ¿Lo prometes?
- Si
- Tienes 3 minutos,  aprovéchalos, iré por ti como estés si no cumples ese tiempo. Quitó las esposas y tomó su reloj.
Me apresuré porque sabía que no mentía.
Nuevamente me pregunté cómo se invirtieron los papeles, siendo yo la que ahora recibía órdenes y no solo eso sino que me apresuraba a cumplirlas.
Me presenté ante él de la misma manera en como él se había presentado ante mí, desnuda, húmeda y pasándome la toalla por el cuerpo.
- Muy bien preciosa, lo has hecho muy bien.
Me recostó sobre la cama dirigiéndose de inmediato a su labor.
- ¿Lengua de tornado? – rio pegado a mí.

El resto de la noche supliqué por descanso, solo que no dio tregua, su lengua, sus dedos, sus labios…
- Solicitaste mis servicios por toda la noche – afirmaba constantemente. Terminé exhausta y satisfecha por haber experimentado tanto placer. Hasta bien entrada la mañana.
- Atlas, ¡No puedo más! -  grité -  haré lo que quieras, todo lo que quiera y desees, pero por favor ¡Para ya!
- Sonrió más que satisfecho diría yo y se tumbó a un lado mío.
- ¿Lo que yo desee?
- Lo que desees es tuyo, dije con voz apenas audible.
- Guardaré esa promesa.
Nos acomodó a ambos en la cama y nos dispusimos a dormir. Espero que un par de horas me sean suficientes…
Cuando estaba conciliando el sueño, susurró al a mi oído: Eso preciosa, eso es ser un esclavo. – Si es que existe una siguiente vez disfrútalo, porque yo lo disfrutaré y me aprovecharé enormemente.
Me besó un hombro.


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