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jueves, 3 de agosto de 2017

D2. Una despedida SIN sabor a prohibido.



Habían pasado los suficientes días después de las fuertes declaraciones que llegaron acompañadas de Ramsés.
Esta semana era mi última semana ahí, sin importar el resultado del día del torneo, la siguiente semana yo ya no estaría ahí, al menos ese era el plan.
El tiempo había hecho lo suyo proporcionándome los suficientes días para que mi corazón y carácter se tranquilizaran con Atlas. Sobre todo mi carácter.
No quise verle antes, rechacé todas sus llamadas, esquivé sus encuentros, tiré todas sus flores y regresé sus regalos, muchas veces salí de mi hogar porque él estaba ahí.
Ninguna de esas acciones fue la mejor, lo reconozco.
Jamás retiró el dedo del renglón, eso debo reconocerlo.
Sí. Lo abofeteé más veces de las que quise, pero el instinto me invitaba a ello cada vez que no podía eludirlo.
Era el momento de arreglar todo.
Era el momento de ordenar el caos.
Me presenté a su oficina un día antes de mi día con Ramsés, tal como lo pidieron, tal como lo solicitaron estaba por arreglar las cosas con él.
Se puso de inmediato de pie, al verme entrar, no supo exactamente cómo reaccionar.
Yo sabía exactamente lo que yo quería.
Cerré la puerta tras de mí, cree expectación a cada movimiento, di pasos firmes sin dejar de mirarle hasta que  me senté frente a él.
Usé la ropa que a él le gustaba: Zapatillas de infarto, suela roja y únicamente una gabardina, debajo estaba su platillo favorito: YO completamente desnuda.
Para él soy algo deseable, me costó mucho aceptarlo y entenderlo, él reparó mi autoestima, yo pensé que era mi corazón el que había quedado destrozado, pero fue mi cochina autoestima, con paciencia, dedicación y sobre todo amor, él se había encargado de repararla todos estos años.
Le miré a los ojos por unos minutos, él hizo lo propio esperando que yo iniciara la plática.
- Seré breve y directa, no estoy aquí para buscar una explicación o aclaración de los hechos Altas.
Ambos estamos heridos, ambos tuvimos nuestras razones, ambos tomamos las decisiones que creímos mejor de acuerdo al momento y circunstancia vivida, no creo que alguno de los dos hayamos tomado la decisión esperando lastimar al otro.
Al menos no por mi parte.
Estoy aquí para despedirme de ti, debes saber que sin importar como resulten las cosas no estaré aquí al menos por el siguiente año.
- Preciosa…
Le detuve haciendo un ademán con mi mano.
Olvidemos nuestra situación actual, sumerjámonos en una burbuja como nos funciona muy bien a ti y a mí, olvidémonos del mundo, disfrutémonos mutuamente una vez más como en nuestra mejor época, olvidemos quien hizo que y la razones de esas acciones.
Dejemos detrás el mundo y construyamos un instante para nosotros, solo nosotros.
Ambos hemos probado nuestra valía para el otro. Ambos sabemos cuánto es que lo ama la otra persona, esto será un bache o un abismo, el tiempo lo decidirá y justo es lo que la vida nos proporciona: Tiempo.
Esa es mi propuesta ¿Qué dices?
Me miró dubitativo, solo que ahora su mirada era tranquila, mis palabras borraron ese deje de dolor que tenía en los pasados días.
Su mirada recobró la vitalidad con la cual solía mirarme.
¿A cuántas personas más miraré a los ojos y les mentiré?
- No te propongo nada que no hayamos hecho ya.
Me puse de pie y deslicé mi gabardina por mis brazos dejándola caer y exponiendo mi cuerpo ante él.
Se puso de pie, sonriente.
Tomó sus cosas, para salir de ahí.
Reí al tiempo que colocaba la gabardina de nueva cuenta en su lugar.
Abrió la puerta de su oficina, y nos condujo al Nirvana, a nuestro Nirvana particular.
Su sonrisa evidenció lo acertado  de mi manera de arreglar las cosas.
- Pongámonos en marcha.
Sonreí. Ese era MI Atlas, el Atlas de nuestros mejores momentos, de nuestros mejores tiempos.
- ¿Qué es lo que exactamente tienes en mente? – preguntó deslizando su mano por mi muslo,  en dirección  hacia mi zona más íntima.
¡Si! Completamente depilada como te gusta ¡Bingo! Sus ojos se abrieron en clara sorpresa, lamento que ésta vez no hubieras podido disfrutar del espectáculo mientras lo hacían, algunos lo encuentran retorcido, nosotros disfrutamos en complicidad de la excitación que eso nos produce a ambos, porque a eso se reduce todo ¿Cierto? El pequeño universo de complicidades que puede haber entre dos personas.
Conozco todos tus gustos, has sido mi mejor maestro, estoy bien entrenada y tengo excelente memoria.
Mi cuerpo estaba electrizado con solo sentir sus dedos deslizarse, sumergirse y comprobar mi humedad, la humedad que él garantizaba en mí.
- Vayamos a XXXXXXXX, nuestro hotel y nuestra habitación favorita están disponibles.
Había hecho la reservación, también guardaba eso en mi memoria.
Era el lugar donde me habían tomado aquellas fotos que derivaron en una gran pelea entre nosotros, nuestra primer gran pelea, yo autoricé que las exhibieran y él no lo quería, por supuesto se hizo mi voluntad.
Jamás lo vi tan enojado como aquella vez, y el recuerdo, el simple recuerdo del sexo de reconciliación, hacía que mi humedad se proyectara hasta el infinito.
Apenas se cerró la puerta me despojó completamente de mi ropa. Aunque lo acertado sería decir, la poca ropa que llevaba.
Sin tregua ni prisioneros, nuevamente como a él le gusta. Apreciarme desnuda, completamente desnuda solo para él. Tortúrame a voluntad, hasta que mi cuerpo no pudiera más y pidiera a gritos que me penetrara.
¡Sí! tantas veces habíamos ya estado juntos, como amantes, como amigos, como pareja, como amo y sumisa, conocía casi todos sus pasos.
A él fue a quién le entregué mi virginidad, pero no solo mi cuerpo, él conocía profundamente mi alma, mis secretos, todo, absolutamente lo conocía todo de mí.
Frente a él y mirándome directamente a los ojos, me tomó por el cabello cerrando su puño y tirando de él hacia atrás hasta que mi rostro quedó mirando el techo. Mis manos aprisionaron sus bíceps tanto para disfrutarlo, como para mantener el equilibrio.
Comenzó a besarme y a descender lentamente por mi cuello.
¿Una marca de salvajes? ¡Por que no! Este día soy tuya, mi último día junto a ti, puedes hacer de mí lo que gustes, le gritaba mi sucia mente.
Con su otra mano aprisionó mis manos a mi espalda, éstas ya le buscaban, comenzaban a desnudarlo.
Él lo impidió.
Jugaríamos bajo sus reglas.
Ok, estaba marcando la pauta ¡Eso me encanta! Ser una obediente marioneta que se resiste siendo parte del juego, que se resiste solo para ser tiernamente forzada… uffff, el me lo había mostrado, él me había entrenado, yo aprendí el truco y simplemente nos dejábamos llevar.
Sus dientes aprisionaron uno de mis pezones, lo mordió hasta hacerme gritar.
Aquello era música para sus oídos.
De inmediato lo succionó para brindarme alivio, pasó al otro pezón e hizo lo mismo.
Mi cuerpo estaba inundando de placer y entre mis piernas descendía la evidencia de mi excitación.
Con él descubrí el excitante placer del dolor.
Me giró hasta quedar con mis nalgas pegadas a su cadera, pude sentir que ya se le había despertado, deseaba tanto poder tomarlo entre mis manos, pero él se encargó de inmovilizarlas por encima de la cabeza.
Me guio hasta la cama para que pudiera posicionarme de rodillas sobre ella, con mi espalda  recargada en su pecho.
Su mano liberó mis brazos para tomarme por el cuello.
Con tres toques de su mano abierta en mi vientre me indicó  separar mis piernas, hasta que quedaran a los costados de sus piernas.
Introdujo sus traviesos dedos hasta que encontraron el botón que les gusta y comenzó la deliciosa tortura.
Hacía girar sus dedos, lento, rápido, lento y apretaba su mano sobre mi cuello ¡Excitante! Cada vez mi humedad se hacía mayor. ¡Mis gemidos nunca han podido ser contenidos! Viajaban rebotando por las paredes de aquel lugar hasta llegar a complacer a los oídos de mi amante.
Introducía sus dedos en mi interior y después los introducía en mi boca.
- Hazlo por mí, susurró en mi oído, nunca me ha gustado esa práctica, pero cuando él lo ordenaba de aquella manera, me resultaba tremendamente excitante y no podía más que obedecerle.
Mis manos se  sostenían de su fuerte brazo con el que tenía aprisionado mí cuello.
Cuando ya no pude más acallar mis gritos, cuando casi llegaba al orgasmo, me tendió e inclinó sobre la cama hasta quedar apoyada en cuatro puntos y me penetró rápida y violentamente. Mis nalgas terminaron rojas: Su color favorito sobre mi piel.
Mi orgasmo fue estruendoso.
Su orgasmo fue gigante.
Nos recostamos sobre nuestra espalda hasta el momento en que nuestras respiraciones volvieron a ser normales.
Me acurruque contra él.
Deslizó sus dedos en mi espalda. Ni una sola vez me había dejado insatisfecha, era mi semental particular.
Sonreí de mis oscuros pensamientos, eso atrajo su atención.
- Espero ser el motivo de esta risa.
Fui directa nuestro tiempo era limitado.
- Atlas, quiero salir de aquí sin poder caminar, dame todo el sexo que una mujer puede tener en las próximas horas, sabes que no te negaré nada, disfruta de mis entradas,  de todas ellas.
Deseo estar tan adolorida de todo mi cuerpo que cada movimiento que haga mañana me acuerde de ti.
Abrió los ojos ampliamente.
Tus palabras…
- Es lo que deseo.
Puse mi mano en su pecho, le miré directo a los ojos dejándole saber la honestidad de mis palabras.
Era la última vez que lo vería, lo justo es que lo dejara hacer lo que deseaba, al menos así tendría un magnífico recuerdo de mí (y yo de él).
Se colocó encima de mí inmediatamente y me sostuvo las rodillas para hacer una penetración profunda.
Mis palabras fueron su mejor afrodisiaco.
Me miró a los ojos al tiempo que se movía dentro y fuera de mí.
Sus manos jugueteaban con mis senos, mi zona más sensible, no tardamos mucho en tener un nuevo orgasmo,  eso me encantaba de estar con él, la sin cronicidad de los orgasmos, sentir como se vaciaba dentro de mí me hacía tener las sensaciones más intensas y parecidas a un orgasmo que puedo tener en esta vida, lo quería dentro pero al mismo tiempo le quería fuera.
Mi petición fue cumplida y mi placer infinito.
Con él todo siempre fue tan sencillo como respirar o tan sencillo como alcanzar un orgasmo dirigido por sus habilidad. Ser feliz era mi estado natural cuando me encuentro a su lado.
No sé por qué pero cuando estoy con él y sin importar lo mal que me ha ido en el día o en la vida, un solo toque, solo uno basta para que mi cuerpo se relaje, se tranquilice, se suelte…, esa fue mi mejor y más grande pista de que mi vida sería siempre mucho mejor con él que con nadie más.
Malditos fantasmas del pasado que me impidieron amarle con él me amó a mí.
Hicimos una pausa para alimentarnos como es debido.
Me puse de pie y tomé una bata para cubrirme.
- Si no te molesta me gustaría que continuaras desnuda.
Le sonreí y saqué a mi Diosa interna para que se vistiera con mi piel, así lo hice, no existía nada en el mundo a lo que no hubiera accedido, ese día.
- ¿Preciosa? ¿Qué sucederá en el Torneo Anual?
- Desearía no tocar ese tema.  Este es nuestro momento únicamente no lo arruinemos.
- Un año no es tanto tiempo.
Sonreí, no quería arruinar nuestra tarde perfecta.
- ¿Estarás en el torneo?
- ¡No me lo perdería!
- ¡Entonces prepárate para una sorpresa! Sucederá lo inesperado, te aseguro que será una noche para no olvidar.
Sonreí.
Contuve mi llanto.
Detuve ahí mismo la plática utilizando mis encantos femeninos ante los cuales no puede resistirse por mucho.
Terminamos utilizando una mesita de la comida como soporte para mi cuerpo.
No hubo parte de mí que no recorriera con su lengua, ninguna entrada que no fuera saciada, varias mordidas decoraban ahora mi piel.
No pude pensar en una mejor manera de despedirme.
Lo lamento Atlas, nuevamente te traiciono, nuevamente te apuñalo.
Este es mi adiós, me llevo tu aroma en mi mente y esta noche graba en el alma, no será en esta vida, esperemos que en la siguiente nuestros caminos se encuentren y sea para siempre.
Agradezco haberte conocido en esta vida, puedo llorarte un mar entero porque lo nuestro no será, pero hoy elegí simplemente brindarte esta noche como un bello recuerdo, espero que tengas una gran vida.
Yo espero poder encontrar el amor después de ti.
Quedamos dormidos, exhaustos y satisfechos en los brazos del otro. Y así la inmensidad de la noche nos absorbió, nuevamente la noche fue nuestra cómplice, nuestra alidada, guardaría ese secreto para siempre.
Cerré mis ojos y me entregué a Morfeo.

CONTINUARÁ

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