Wattpad

viernes, 4 de noviembre de 2016

I. Roulette



Una persona me pedía que me calmara, no la ubiqué de inicio, el único rostro que distinguí  fue el de Kevin a la distancia recargado sobre un hombro  junto a la única ventana que había ahí.
- Los muchachos están por llegar -  dijo – abordaron el primer vuelo disponible.
Me asusté con aquellas declaraciones
- ¡¿Qu..Que sucedió?!, pregunté - ¿Dónde estoy?
- Estas en una habitación de hospital, el resultado de tus análisis están por llegar. No lo sé con exactitud, lo único que me queda claro es que debo de sacarte la verdad quizás a golpes, no fuiste honesta conmigo, no mencionaste que  estuvieses enferma o que te sentías tan mal. Cuando llegué a tu recámara después no te presentaras al entrenamiento de hoy, me llevé tremenda sorpresa y susto al encontrarte inconsciente en el piso del baño.
Me miraba duramente, sus palabras tampoco eran suaves, él tenía la voz gruesa y ronca y esta vez no intentó suavizarla, como el día que lo conocí, ese día sonreía, hoy no.
Comencé a recordar poco a poco en medio de tanta confusión, me esforcé por aclarar mi mente, cerré y abrí los ojos un par de veces,  una noche anterior me sentía muy mal, sentía el cuerpo afiebrado, me dolía como cuando es el día después de haber iniciado una rutina de ejercicio lo cual era ilógico, pero sobre todo mi costado derecho no me permitía siquiera estar derecha, recuerdo haber devuelto el estómago de los pocos alimentos que había ingerido, entonces fui al baño a refrescarme, pensé que pasaría pronto el malestar y que después de las pocas horas de sueño que tendría me recuperaría, supongo que en algún punto después de esto me desmayé ya que no recuerdo nada mas
¿La causa? Aún no la tenía en claro solo que me siento mal, muy mal.
Y para colmo de males sentí con una claridad impresionante como es que mi periodo llegó.
Necesitaba a una enfermera o regresar a mi habitación.
- ¿Puedes decirme donde me encuentro? Necesito con urgencia regresar a mi habitación.
Intenté incorporarme, de inmediato él  me lo impidió.
- En tus condiciones necesitas guardar reposo. Estas en un cuarto de hospital, ya te lo dije.
- Necesito ponerme de pie, a una enfermera o regresar a mi habitación.
- Si me compartes que es lo que buscas, quizá yo pueda atender tu necesidad.
No éramos tan cercanos aún como para que yo le pudiera hacer una petición tan íntima.
En contra cualquier aviso o impedimento de su parte intenté ponerme de pie, dándome cuenta con ello lo débil y patética que era, me sometió por así decirlo, sin el mínimo esfuerzo.
Quedé inmóvil, ahí tendida de espaldas en la cama.
Respiré profundo al darme cuenta que me encontraba patéticamente imposibilitada para cubrir mis necesidades más básicas.
- Ayúdame entonces, necesito llegar al baño y necesito a una enfermera. – Respondí de mala gana. Cosas de mujeres, complementé finalmente.
Mi experiencia ahí ha sido completamente satisfactoria en ese punto, todos ellos han sido muy discretos cuando se ha requerido en esta ocasión no fue la excepción, me llevó hasta el cuarto de baño.
- Puedes retirarte.
- Cosas de mujeres o no, no te dejaré sola, no puedes sostenerte en pie por ti misma. Somos adultos.
No podía negarme ante aquella situación, más por mi seguridad que por otra cosa, afortunadamente la enfermera no tardó en llegar. Le describí brevemente mi situación misma que fue atendida casi de inmediato.
Solo falta que me orine un perro – pensé.
Los resultados llegaron ese día antes que los muchachos arribaran, quizás estarían ahí al siguiente día, antes habían dicho que nos reuniríamos en un par de días.
El diagnóstico fue: Hepatitis  - B Es una enfermedad de niños, le dije en voz alta al doctor que me atendía en ese momento y que me estaba entregando los resultados.
- No el tipo que tú tienes – dijo sencillamente- estas realmente mal. Comenzó una serie de cuestionamientos debido a que es una enfermedad que se transmite principalmente por vía sexual. Aun cuando le confirmé en más de una ocasión que eso no era algo de lo que debía preocuparme pues no era sexualmente activa, el doctor no tomó mi respuesta como final.
Me preguntó si estuve en situaciones de riesgo, de índole sexual, también me preguntó  si compartía agujas, es decir si me drogaba, transfusiones, etc, cuestionario extenuante e innecesario si me preguntan.
La única persona con quién he compartido fluido por así decirlo es Atlas.
De inmediato mi mente me llevó por lugares peligros, ciertamente nunca me detuve a pensar en ello, él tiene un pasado, eso lo acepté, pero nunca me ocupé de pensar que pudiese tener alguna enfermedad. ¿Sería el quien me contagió? Y de no ser así, ¿Lo habré contagiado yo a él?
Kevin no salió de la habitación en ningún momento manteniendo una prudente distancia, únicamente acercándose de vez en vez, para hacer alguna corrección o clarificar algo en caso de duda, el idioma presenta una barrera cuando no es tu idioma natal y eres presa del pánico como lo era yo en ese momento.
- ¿Acaso no tuviste algún síntoma? – Preguntó el doctor.
Guardé silencio.
- Lo tuvo, pero eligió quedarse callada- Mencionó Kevin, corrígeme si me equivoco –dijo él.
Mis ojos se rasaron, las lágrimas me quemaban, es cierto, callé, es cierto, mentí, quizás de manera egoísta y despreocupada, pero no quería alarmar a nadie innecesariamente, al menos así lo creí.
No quise aceptar ningún tipo de medicación hasta que no llegase Mario, incluso arranqué el suero de mi brazo en ese mismo instante en medio de mi inestabilidad emocional y mi incapacidad para pensar claramente. Esto por supuesto ocasionó que me ataran a la cama. Ésta gente no se anda con rodeos mucho menos liderados por Kevin en esta ocasión, pues si yo pensaba que Atlas era un dictador, me equivoqué rotundamente.
Hubo gritos, lágrimas y súplicas y sin importar nada, terminé atada a la cama, con suero nuevamente, afortunadamente y debido a mi condición eligieron no sedarme.
- Eres una inconsciente – gritó Kevin en cuanto todos se fueron de ahí. Su cara ahora estaba roja encendida de coraje. - Ellos únicamente están velando por tu salud y bienestar, pues evidentemente eres incapaz de hacerlo por ti misma. Haces difíciles las cosas más sencillas. Sabía que eras rebelde, pero no sabía que querías morir. La ausencia de Altas no justifica la situación en la que estas.
Lo sentía encima de mí gritando, ¿Tenía razón? ¿Acaso la tenía?
Sabes que lleva la razón  dijo claro y fuerte la loca de la casa.
Le miré con furia, apreté mis labios para no dejar salir palabra alguna, sabía de antemano que si abría la boca diría muchas cosas  en el calor de la situación, ninguna de ellas haría mejor el momento y conocía mi reacción, me conocía, seguro esto no auguraba nada bueno.
Cerré los ojos y dormí por un largo rato sumergiéndome en un mundo de ensueño para evadir mi triste realidad.
Abrí los ojos horas después, era de noche o simplemente las cortinas impedían el paso de la luz, no sabría decirlo con exactitud. Los muchachos estaban ahí desperdigados por toda la habitación. Fueron conscientes de que había despertado ante un leve, muy leve gesto de Kevin, quién permaneció pendiente de mi hasta ese momento.
No lo niego, pero tampoco me alegro, para ese momento además de lo delicado de mi salud, mi situación anímica era deplorable, me sentía muy triste, angustiada y asustada, esto se acentuó al  mirarles rodeando mi cama pues  se les veía genuinamente preocupados, sus rostros no podían ocultar aquel sentimiento.
Era el momento de la verdad, todo saldría a la luz y ellos sufrirían por esto, sufrirían por mi culpa, ese pensamiento no me hizo sentir mejor.
Mario en su papel de mi médico de cabecera, solicitó nuevamente más análisis y cuestionó minuciosamente a todos los que me habían atendido, además revisaba mis signos vitales, ponía una lámpara sobre mis ojos, palpó mi hígado para comprobar el dignósitco…
Permanecí en silencio y expectante intentando mantener al mínimo mis reacciones ante sus toques.
Llegó la hora de la verdad, el que estuvieran preocupados no les restaría molestia a lo sucedido.
- ¿Desde cuándo no te sentías bien? – preguntó directamente César.
Cerré los ojos, ahí tendida en una cama, con varias agujas perforando mi piel y suministrando líquidos a mi cuerpo, atada a la cama respiré profundamente antes de dar una respuesta, absorbí las lágrimas que no entendía por qué continuaban saliendo.
- Comencé a sentir malestar hace un mes, supuse que se traducía en una simple angustia por separación debido a la partida anunciada de Atlas, no presté demasiada importancia pensando que pasaría tarde o temprano, solo que, no sentí mejoría.
- Tampoco cesaste tus entrenamientos o la intensidad de los mismos – Bruno señaló y se puso de pie ¡PUSISTE EN RIESGO TU VIDA!.
- Vamos, dije, no es nada grave, pasará tarde o temprano. ¿Cierto? – estas palabras salieron sin desearlo o pensarlo, de esas ocasiones en que tu ángel guardián, tu ser interior, o como quieras llamarlo, te susurran las respuestas al oído.
- Tu situación es muy delicada, dijo Mario, no lo había visto tan serio con anterioridad.
- Tendremos que traer a tus padres biológicos, tu situación se agravó debido a que no prestamos atención oportuna, no estuviste en cama, te esforzaste, y no recibiste los cuidados necesarios.
Les miré asustada.
- ¿Qué tan grave es?
- Si no respondes positivamente en los próximos días, no habrá marcha atrás. Es la realidad y no planeamos ocultarla. Lo único que podemos  prometerte es que haremos todo lo que este en nuestra manos y aplicaremos todas las terapias y técnicas que conocemos y que se encuentran dentro de nuestras manos, para que en conjunto con la medicina moderna trabajes, ya que desafortunadamente no existe un tratamiento o medicina para el hígado en específico, que es el órgano que está siendo afectado en estos momentos. Por tu parte tienes que mostrar entusiasmo y no dejarte vencer, deberás aceptar nuestras instrucciones sin dudarlo, por esta ocasión ¿Que dices?
Me asusté bastante cuando dijeron: " No habrá y  marcha atrás" Claro que acepté de muy buena gana y de inmediato, a nadie le gusta escuchar palabras como éstas. Pocas personas están preparadas para morir y yo no era una de ellas.
Había aprendido en el pasado que en el hígado se reflejan los corajes y yo había hecho mucho últimamente y me los había guardado para mí sola, me pregunto si la enfermedad fue el reflejo de esto. El hecho es que ya estaba en el problema y lo que necesitaba era hacerle frente.
Aunque yo contara con todo el ánimo y la determinación ignoraba que lo difícil estaba  por comenzar, descubrimos con sorpresa y después de que Mario retirara las agujas de mi cuerpo, que baje más de 10 kilos en un mes y  ni siquiera me di cuenta.
Estas realmente en problemas – dijo la loca de la casa.
Efectivamente mi situación iba de mal en peor y yo me sentía morir, por la incapacidad de mi organismo para procesar la bilirrubina,  todo mi cuerpo me picaba, me metía a bañar constantemente a fin de sentir alivio en mi piel lo cual era contraproducente a la larga pues mi piel se resecaba incrementando únicamente la sensación de picor y escozor. Pero nadie podía hacerme entender y menos en medio de una crisis de comezón.
César  quedó en turno la primera noche después de su llegada.
-No le digan a Atlas por favor – le dije en un ruego- permite que se concentre en su entrenamiento.
- Es una situación extraordinaria, tenemos que asegurarnos que él no es la fuente de tu contagio, sabemos…. Sabemos que ustedes no son precisamente una pareja que únicamente se toma de la mano cuando se encuentran juntos.
Aun así continuaba siendo técnicamente virgen, pero a nadie parecía importarle a éste punto, por lo cual no insistí en continuar mencionándolo.
- ¿Puedes al menos prometerme que no le revelarán mi situación de no ser necesario? Sería injusto de mi parte hacerle esto, prométeme que, solo en caso de ser necesario le dirás, no podría tener en mi conciencia esto.
Le dije aquellas palabras a sabiendas de que si Atlas se enteraba de todo aquello renunciaría a lo que estuviese haciendo y regresaría a mi lado, sin importar lo cruel que fue en el último instante, lo sabía, mi corazón lo sabía y no quería hacerle eso.
- Dame una razón pequeña, una sola razón por la que deba tener esa cortesía contigo cuando tú no tuviste la cortesía de ser honesta con nosotros, se incorporó de la silla donde se encontraba y apoyó sus codos sobre sus rodillas.
-Sé que no merezco su compasión o amabilidad, sé que actué mal, solo que no quería mostrarme débil, pensé en mi profundo ser que, esto pasaría, que solo era una debilidad mía por estar perdiendo a Atlas.
Creí que pasaría que solo era intermitente a causa de estar saliendo de mi zona de confort. Por ser yo, simplemente, cuando accedí a mudarme con ustedes me prometí a mí misma que sería todo menos débil, este mundo así lo requiere, y es lo que yo haría.
- No confundas compasión con responsabilidad pequeña, antes que todo prometimos hacernos responsables de ti, quisimos darte tu espacio y esto es lo que obtuvimos. Cruzó sus brazos, cerró los ojos y nuevamente recargó su espalda en el respaldo de la silla que ubicó a un lado de mi cama.
Retuve mis lágrimas pero respiré profundamente atrayendo la atención de César quién abrió los ojos para encontrarlos con los míos después por primera vez en muchas horas.
- Relájate pequeña,  duerme. Concentra por ahora tus fuerzas en recuperarte tendremos tiempo para aclarar todo esto. No puedo prometerte algo que no cumpliré, solo que intentaré que Atlas no sospeche nada, pues si pregunta en algún punto que es lo que sucede, no planeo mentirle así como no lo hará ninguno  de mis hermanos.
Era lo mejor que podía obtener dada la situación por lo que tomé esa respuesta y guardé silencio, cerré los ojos e intenté descansar.
Lo cierto es que no podía vivir relajada sin saber en qué punto me contagié, a todos los miembros de aquel grupo se les hizo la misma prueba para detectar si en algún punto  se generó el contagio. Entendemos que es un virus y existen muchas maneras de contagiarse. Después de exhaustivas investigaciones y de haber examinado a todos ahí seguíamos en el mismo punto de inicio, desconocíamos el punto de contagio.
Cerré los ojos intentando ignorar la comezón en mi cuerpo a causa de la enfermedad misma que impedía mi concentración total y plena.
- ¿César?
-Dime.
- Vendrá Ramsés.
Pude ver por el rabillo del ojo que sus labios formaron una línea delgada a causa de que los apretaba fuertemente.
- No lo puedo asegurar, él lo desea.
Calló, calló de una manera que parecía que se mordía la lengua para impedir revelar algún secreto.
Tampoco insistí. Aunque es raro, he respetado esa parte. Es mi papá debería estar aquí cuando me encuentro en esta situación, pero…

El día siguiente no fue mejor que el anterior, y dentro de las técnicas de sanación que tenían para mí se encontraba el acelerar el flujo de sangre en mi cuerpo para obtener una desintoxicación acelerada ya que el problema en sí se encontraba en la incapacidad de mi hígado para trabajar en la actualidad.
Cesaron los intentos por descubrir el punto de contagio y se concentraron en idear un plan robusto y agresivo para la recuperación, tan agresivo como mi cuerpo pudiese soportarlo.
Me mudaron de aquel depresivo cuarto de hospital hasta mi habitación, en el conjunto donde se suponía que entrenaría aquellos meses. Estaba en una especie de cuarentena, pues me explicaron que toda yo era contagiosa. Mis utensilios e incluso mi ropa eran desechadas cual materia radioactiva para minimizar y/o evitar la propagación de esto. Era depresivo que me alimentaran en platos desechables, pero así debía ser, lo acepté y aguanté sin decir palabra.
 Jason me sostuvo entre sus brazos para ir al lugar donde la terapia sería llevada a cabo, a este punto solo me dejaba llevar por la corriente, fluyendo y viviendo, sin contradecir o cuestionar de manera negativa si no que cuestionaba con el objeto de obtener mayor conocimiento.
Frente a mi tenía dos cubos de agua, uno de ellos tenía hielo y del otro emanaba humo....
Les miré intentando adivinar que esperaban de mí.
- Esta terapia consiste en sumergir tus pies en cada uno de los cubos, alternándolos cada minuto hasta el momento que dejes notar la diferencia en la temperatura de las aguas, con esto lograremos acelerar tu flujo sanguíneo y de esta manera desintoxicaremos tu sangre ayudando a tu hígado en su proceso de recuperación.
Vaya que estas personas tenían serios problemas, me quedé mirando, pero no me dieron tiempo siquiera de armarme de valor, me sentaron en el lugar indicado, acto seguido la indicación de acatar las instrucciones.
- Vamos pequeña, acordamos que tendríamos toda tu colaboración – recordó Jason.
- Si -  dije -  solo que no pensé mucho en ello antes de dar mi respuesta. Dame un minuto por favor.
Me convencí a mí misma que sería lo mejor e introduje los pies comenzando por el agua caliente, quise sacarlos de inmediato, y lo único que me detuvo  fue la posición de "ataque" que sostenían los muchachos, ellos se lanzarían sobre mi ante cualquier dubitativa, por lo que soporte valientemente la terapia.
No creí que fuera tan difícil de cumplir, me dije a mi misma, pero de ahora en adelante viviré un momento a la vez.
Cualquier actividad que yo realizara era sumamente extenuante, me la pasaba dormida la mayoría del tiempo, cuando despertaba alguno de ellos estaba con migo, nunca estaba sola, y eso me hacía sentir muy bien, sonreía por dentro.
Ese mismo día por la tarde llegaron mis papás sanguíneos y mis hermanos, si pensé que todo era complicado hasta ese punto, evidentemente  vivía en la total ignorancia, las cosas apenas comenzaban a ponerse candentes,
Si alguien me conocía mejor que la palma de su mano como vulgarmente se dice, esa era mi mamá, quién llegó hecha una furia la cual poco a poco calmó al ver que aquello quizá era más grave de lo que ella pensaba.
La primer pregunta que formularon y con toda razón fue ¿Cómo llegué a éste punto?
Sin esperar respuesta culparon a los muchachos. Simple naturaleza del ser humano, busca cualquier culpable a lo que no entiendes, o no deseas aceptar…
- ¡Les confiamos su cuidado! – les gritó mi papá quien pocas veces pierde la cabeza.
Los muchachos no respondieron nada ante aquellas agresiones, permanecieron impasibles, silencios y de pie frente a ellos.
Una vez que mis papás callaron, con suma calma fue que ellos respondieron.
- Estamos haciendo lo mejor que podemos – dijo Mario.
Te llevaremos a casa – gritó mi papá.
- ¡No!  - grité yo, alterándome de inmediato.
            - Esta vez no decidirás-  dijo mi mamá – no señorita, prometí que respetaría tu decisión siempre y cuando  no representara algún peligro para ti, pero solo mira las condiciones en las que estas, ¡De haber respetado las visitas que teníamos programadas, yo me hubiera dado cuenta de tu situación! Evidentemente ellos nunca cuidarán de ti como su hija.
            Finalmente mis lágrimas cayeron, ella tenía razón y esa era la causa principal por la que había dejado de ir a casa las últimas semanas, escabulléndome con cualquier pretexto, de ésta manera no preocuparía innecesariamente a mi mamá, pero claro yo creí que tenía todo bajo control.
            - No es debido al entrenamiento o mi nueva vida que estoy así – dije en voz queda.
            - María – le dijo César. Por la vida que ahora lleva BB, su enfermedad se aceleró y su condición empeoró, eso es cierto, pero también es cierto que le estamos brindando los mejores cuidados que podemos proveerle.
            - ¿Qué clase de revisiones le estuvieron haciendo que pasaron esto por alto? Les confié la vida de mi hija ¡MI HIJA! – ella se acercó peligrosamente a César, por un momento pensé que le golpearía, pero él no se movió ni un solo centímetro de su lugar.
            - ¡Alto! – Grité – soy mayor de edad y puedo decidir.
            - ¡No en estas condiciones! – me gritó mi papá. Te declararé incompetente si es  necesario.
             - Lo primero que debemos hacer es calmarnos, no favoreceremos la condición de BB con una discusión sin sentido – dijo Mario.
            Mis papás se miraron entre ellos y guardaron silencio, no quería que llevaran esta discusión a otro lado y menos cuando estarían discutiendo acerca de mi futuro, pero sin desearlo todos salieron de ahí dejándome en soledad y con la agonía de lo que hablarían en mi ausencia, sobre todo que no se me permitiría decidir.
Kevin entró unos momentos después encontrándome sumergida en un mar de lágrimas.
Me acercó una caja de Kleenex.
Dios, no sé qué buscaba éste chico pero por el momento aceptaría sus cortesías, permaneció en silencio, de hecho si lo pienso detenidamente no era una persona de muchas palabras.
- Gracias por los Kleenex. No tienes que permanecer aquí si no quieres.
- Nunca hago nada que no quiera – respondió apresuradamente con una leve sonrisa en los labios, inspeccionó el lugar y finalmente tomó asiento y sacó su celular estar tocando la pantalla constantemente.
- ¿Puedo saber qué haces aquí? deberías estar entrenando, o quizá dando clases, que sé yo.
- Cuido de ti.
- Los muchachos cuidan de mí, por lo que no tienes que preocuparte por eso.
Suspiró – Si he de ser honesto tampoco quiero estar aquí, toda tu eres un virus andante, corro riesgo estando aquí, ¿sabes? Pero los muchachos me encomendaron tu cuidado en su ausencia.
- ¡Vete!  - Grité, no necesito que nadie me  esté recordando que soy un contagio andante. ¡Veeeeeeeteeeeee!.
            Como el horno no estaba  para bollos, comencé a arrojarle lo primero que tenía a mano, a lo cual el esquivó hábilmente todos los proyectiles, desde su lugar  sin moverse realmente.
            - Solo acato instrucciones.
            Cerré los ojos y traté de ignorarle, regresando mi carril de pensamientos a lo que realmente me incumbía, mis papás, los muchachos y la discusión que no estaba escuchando.
            Justo en ese momento una de mis grandes ideas llegó a mi mente, me puse de pie y mi molesto invitado non grato de inmediato levantó los ojos siguiéndome con la mirada.
            - ¿A dónde vamos?
            Le ignoré, solo que antes siquiera de acercarme a la puerta impidió mi paso recargándose sobre un brazo en la pared.
            - No saldrás de aquí – dijo muy serio  - no sin mí al menos.
            Intenté pasar por debajo de su brazo a lo cual me detuvo, por primera vez estaba teniendo contacto conmigo.
            - Suéltame, dije – recuerda que soy contagiosa.
            - Elige –dijo simplemente mirándome a los ojos.
            Esto iba a en serio, me quedó claro. Y si lo pensaba bien no tenía idea de donde podrían estar.
            - Llévame entonces a donde quiera que se encuentren los muchachos y mis papás.
            - Quizás sea mejor que permanezcamos aquí, se volverán locos si regresan y no te encuentran en cama, recuerda que debes guardar reposo absoluto, justo ahora tus papás quieren llevarte a casa y los muchachos están abogando a tu favor, aunque no lo merezcas si me preguntas, por tu actitud deberías regresar a casa, no necesitamos a gente como tu aquí.
            Era suficiente, no necesitaba más de sus tonterías saliendo por aquella boca. Pero antes de que pudiera decir nada, escuchamos como se estaban acercando de regreso, de inmediato me recosté en mi cama, y Kevin sonrió.
            - Tú – más vale que no digas nada.
            - Quedas en deuda si hago eso.
            - Ya estoy en deuda contigo, ahora calla.
            En eso entró toda la comitiva. Todos ellos estaban serios, más serios de lo que desee.
            Tragué saliva esperando lo peor y quizá ese fue mi peor error. La teoría dice que siempre me mantenga positiva solo que mi subconsciente insiste en lo contrario.
            La moneda estaba en el aire y se podía escuchar un alfiler caer en aquella habitación.

CONTINUARÁ

No hay comentarios.:

Publicar un comentario