Una persona
me pedía que me calmara, no la ubiqué de inicio, el único rostro que distinguí
fue el de Kevin a la distancia recargado sobre un hombro junto a la única
ventana que había ahí.
- Los
muchachos están por llegar - dijo –
abordaron el primer vuelo disponible.
Me asusté
con aquellas declaraciones
- ¡¿Qu..Que
sucedió?!, pregunté - ¿Dónde estoy?
- Estas en
una habitación de hospital, el resultado de tus análisis están por llegar. No
lo sé con exactitud, lo único que me queda claro es que debo de sacarte la
verdad quizás a golpes, no fuiste honesta conmigo, no mencionaste que
estuvieses enferma o que te sentías tan mal. Cuando llegué a tu recámara después
no te presentaras al entrenamiento de hoy, me llevé tremenda sorpresa y susto
al encontrarte inconsciente en el piso del baño.
Me miraba
duramente, sus palabras tampoco eran suaves, él tenía la voz gruesa y ronca y
esta vez no intentó suavizarla, como el día que lo conocí, ese día sonreía, hoy
no.
Comencé a
recordar poco a poco en medio de tanta confusión, me esforcé por aclarar mi
mente, cerré y abrí los ojos un par de veces, una noche anterior me sentía muy mal, sentía
el cuerpo afiebrado, me dolía como cuando es el día después de haber iniciado
una rutina de ejercicio lo cual era ilógico, pero sobre todo mi costado derecho
no me permitía siquiera estar derecha, recuerdo haber devuelto el estómago de
los pocos alimentos que había ingerido, entonces fui al baño a refrescarme, pensé
que pasaría pronto el malestar y que después de las pocas horas de sueño que
tendría me recuperaría, supongo que en algún punto después de esto me desmayé
ya que no recuerdo nada mas
¿La causa?
Aún no la tenía en claro solo que me siento mal, muy mal.
Y para
colmo de males sentí con una claridad impresionante como es que mi periodo
llegó.
Necesitaba
a una enfermera o regresar a mi habitación.
- ¿Puedes
decirme donde me encuentro? Necesito con urgencia regresar a mi habitación.
Intenté
incorporarme, de inmediato él me lo
impidió.
- En tus
condiciones necesitas guardar reposo. Estas en un cuarto de hospital, ya te lo
dije.
- Necesito
ponerme de pie, a una enfermera o regresar a mi habitación.
- Si me
compartes que es lo que buscas, quizá yo pueda atender tu necesidad.
No éramos
tan cercanos aún como para que yo le pudiera hacer una petición tan íntima.
En contra
cualquier aviso o impedimento de su parte intenté ponerme de pie, dándome
cuenta con ello lo débil y patética que era, me sometió por así decirlo, sin el
mínimo esfuerzo.
Quedé
inmóvil, ahí tendida de espaldas en la cama.
Respiré
profundo al darme cuenta que me encontraba patéticamente imposibilitada para
cubrir mis necesidades más básicas.
- Ayúdame
entonces, necesito llegar al baño y necesito a una enfermera. – Respondí de
mala gana. Cosas de mujeres, complementé finalmente.
Mi experiencia
ahí ha sido completamente satisfactoria en ese punto, todos ellos han sido muy
discretos cuando se ha requerido en esta ocasión no fue la excepción, me llevó
hasta el cuarto de baño.
- Puedes
retirarte.
- Cosas de
mujeres o no, no te dejaré sola, no puedes sostenerte en pie por ti misma. Somos
adultos.
No podía
negarme ante aquella situación, más por mi seguridad que por otra cosa,
afortunadamente la enfermera no tardó en llegar. Le describí brevemente mi
situación misma que fue atendida casi de inmediato.
Solo falta
que me orine un perro – pensé.
Los
resultados llegaron ese día antes que los muchachos arribaran, quizás estarían
ahí al siguiente día, antes habían dicho que nos reuniríamos en un par de días.
El
diagnóstico fue: Hepatitis - B Es una enfermedad de niños, le dije en
voz alta al doctor que me atendía en ese momento y que me estaba entregando los
resultados.
- No el
tipo que tú tienes – dijo sencillamente- estas realmente mal. Comenzó una serie
de cuestionamientos debido a que es una enfermedad que se transmite
principalmente por vía sexual. Aun cuando le confirmé en más de una ocasión que
eso no era algo de lo que debía preocuparme pues no era sexualmente activa, el
doctor no tomó mi respuesta como final.
Me preguntó
si estuve en situaciones de riesgo, de índole sexual, también me preguntó si compartía agujas, es decir si me drogaba,
transfusiones, etc, cuestionario extenuante e innecesario si me preguntan.
La única
persona con quién he compartido fluido por así decirlo es Atlas.
De
inmediato mi mente me llevó por lugares peligros, ciertamente nunca me detuve a
pensar en ello, él tiene un pasado, eso lo acepté, pero nunca me ocupé de
pensar que pudiese tener alguna enfermedad. ¿Sería el quien me contagió? Y de
no ser así, ¿Lo habré contagiado yo a él?
Kevin no
salió de la habitación en ningún momento manteniendo una prudente distancia,
únicamente acercándose de vez en vez, para hacer alguna corrección o clarificar
algo en caso de duda, el idioma presenta una barrera cuando no es tu idioma
natal y eres presa del pánico como lo era yo en ese momento.
- ¿Acaso no
tuviste algún síntoma? – Preguntó el doctor.
Guardé
silencio.
- Lo tuvo,
pero eligió quedarse callada- Mencionó Kevin, corrígeme si me equivoco –dijo
él.
Mis ojos se
rasaron, las lágrimas me quemaban, es cierto, callé, es cierto, mentí, quizás
de manera egoísta y despreocupada, pero no quería alarmar a nadie innecesariamente,
al menos así lo creí.
No quise
aceptar ningún tipo de medicación hasta que no llegase Mario, incluso arranqué
el suero de mi brazo en ese mismo instante en medio de mi inestabilidad
emocional y mi incapacidad para pensar claramente. Esto por supuesto ocasionó
que me ataran a la cama. Ésta gente no se anda con rodeos mucho menos liderados
por Kevin en esta ocasión, pues si yo pensaba que Atlas era un dictador, me equivoqué
rotundamente.
Hubo
gritos, lágrimas y súplicas y sin importar nada, terminé atada a la cama, con
suero nuevamente, afortunadamente y debido a mi condición eligieron no sedarme.
- Eres una
inconsciente – gritó Kevin en cuanto todos se fueron de ahí. Su cara ahora
estaba roja encendida de coraje. - Ellos únicamente están velando por tu salud
y bienestar, pues evidentemente eres incapaz de hacerlo por ti misma. Haces
difíciles las cosas más sencillas. Sabía que eras rebelde, pero no sabía que
querías morir. La ausencia de Altas no justifica la situación en la que estas.
Lo sentía
encima de mí gritando, ¿Tenía razón? ¿Acaso la tenía?
Sabes que lleva la razón dijo claro y fuerte la loca de la
casa.
Le miré con
furia, apreté mis labios para no dejar salir palabra alguna, sabía de antemano
que si abría la boca diría muchas cosas
en el calor de la situación, ninguna de ellas haría mejor el momento y
conocía mi reacción, me conocía, seguro esto no auguraba nada bueno.
Cerré los
ojos y dormí por un largo rato sumergiéndome en un mundo de ensueño para evadir
mi triste realidad.
Abrí los
ojos horas después, era de noche o simplemente las cortinas impedían el paso de
la luz, no sabría decirlo con exactitud. Los muchachos estaban ahí
desperdigados por toda la habitación. Fueron conscientes de que había
despertado ante un leve, muy leve gesto de Kevin, quién permaneció pendiente de
mi hasta ese momento.
No lo
niego, pero tampoco me alegro, para ese momento además de lo delicado de mi
salud, mi situación anímica era deplorable, me sentía muy triste, angustiada y
asustada, esto se acentuó al mirarles
rodeando mi cama pues se les veía
genuinamente preocupados, sus rostros no podían ocultar aquel sentimiento.
Era el
momento de la verdad, todo saldría a la luz y ellos sufrirían por esto, sufrirían
por mi culpa, ese pensamiento no me hizo sentir mejor.
Mario en su
papel de mi médico de cabecera, solicitó nuevamente más análisis y cuestionó
minuciosamente a todos los que me habían atendido, además revisaba mis signos
vitales, ponía una lámpara sobre mis ojos, palpó mi hígado para comprobar el
dignósitco…
Permanecí
en silencio y expectante intentando mantener al mínimo mis reacciones ante sus
toques.
Llegó la
hora de la verdad, el que estuvieran preocupados no les restaría molestia a lo sucedido.
- ¿Desde cuándo
no te sentías bien? – preguntó directamente César.
Cerré los
ojos, ahí tendida en una cama, con varias agujas perforando mi piel y suministrando
líquidos a mi cuerpo, atada a la cama respiré profundamente antes de dar una
respuesta, absorbí las lágrimas que no entendía por qué continuaban saliendo.
- Comencé a
sentir malestar hace un mes, supuse que se traducía en una simple angustia por
separación debido a la partida anunciada de Atlas, no presté demasiada
importancia pensando que pasaría tarde o temprano, solo que, no sentí mejoría.
- Tampoco
cesaste tus entrenamientos o la intensidad de los mismos – Bruno señaló y se
puso de pie ¡PUSISTE EN RIESGO TU VIDA!.
- Vamos,
dije, no es nada grave, pasará tarde o temprano. ¿Cierto? – estas palabras
salieron sin desearlo o pensarlo, de esas ocasiones en que tu ángel guardián,
tu ser interior, o como quieras llamarlo, te susurran las respuestas al oído.
- Tu
situación es muy delicada, dijo Mario, no lo había visto tan serio con
anterioridad.
- Tendremos
que traer a tus padres biológicos, tu situación se agravó debido a que no
prestamos atención oportuna, no estuviste en cama, te esforzaste, y no recibiste
los cuidados necesarios.
Les miré
asustada.
- ¿Qué tan
grave es?
- Si no
respondes positivamente en los próximos días, no habrá marcha atrás.
Es la realidad y no planeamos ocultarla. Lo único que podemos prometerte
es que haremos todo lo que este en nuestra manos y aplicaremos todas las
terapias y técnicas que conocemos y que se encuentran dentro de nuestras manos,
para que en conjunto con la medicina moderna trabajes, ya que desafortunadamente
no existe un tratamiento o medicina para el hígado en específico, que es el órgano
que está siendo afectado en estos momentos. Por tu parte tienes que mostrar
entusiasmo y no dejarte vencer, deberás aceptar nuestras instrucciones sin
dudarlo, por esta ocasión ¿Que dices?
Me asusté
bastante cuando dijeron: " No habrá y marcha atrás" Claro que acepté de muy buena
gana y de inmediato, a nadie le gusta escuchar palabras como éstas. Pocas
personas están preparadas para morir y yo no era una de ellas.
Había
aprendido en el pasado que en el hígado se reflejan los corajes y yo había
hecho mucho últimamente y me los había guardado para mí sola, me pregunto si la
enfermedad fue el reflejo de esto. El hecho es que ya estaba en el problema y lo que necesitaba era hacerle
frente.
Aunque yo
contara con todo el ánimo y la determinación ignoraba que lo difícil
estaba por comenzar, descubrimos con
sorpresa y después de que Mario retirara las agujas de mi cuerpo, que baje más
de 10 kilos en un mes y ni siquiera me di cuenta.
Estas realmente en problemas – dijo la loca de la casa.
Efectivamente
mi situación iba de mal en peor y yo me sentía morir, por la incapacidad de mi
organismo para procesar la bilirrubina,
todo mi cuerpo me picaba, me metía a bañar constantemente a fin de
sentir alivio en mi piel lo cual era contraproducente a la larga pues mi piel
se resecaba incrementando únicamente la sensación de picor y escozor. Pero
nadie podía hacerme entender y menos en medio de una crisis de comezón.
César quedó en turno la primera noche después de su
llegada.
-No le
digan a Atlas por favor – le dije en un ruego- permite que se concentre en su
entrenamiento.
- Es una
situación extraordinaria, tenemos que asegurarnos que él no es la fuente de tu
contagio, sabemos…. Sabemos que ustedes no son precisamente una pareja que
únicamente se toma de la mano cuando se encuentran juntos.
Aun así
continuaba siendo técnicamente virgen, pero a nadie parecía importarle a éste
punto, por lo cual no insistí en continuar mencionándolo.
- ¿Puedes
al menos prometerme que no le revelarán mi situación de no ser necesario? Sería
injusto de mi parte hacerle esto, prométeme que, solo en caso de ser necesario
le dirás, no podría tener en mi conciencia esto.
Le dije
aquellas palabras a sabiendas de que si Atlas se enteraba de todo aquello
renunciaría a lo que estuviese haciendo y regresaría a mi lado, sin importar lo
cruel que fue en el último instante, lo sabía, mi corazón lo sabía y no quería
hacerle eso.
- Dame una
razón pequeña, una sola razón por la que deba tener esa cortesía contigo cuando
tú no tuviste la cortesía de ser honesta con nosotros, se incorporó de la silla
donde se encontraba y apoyó sus codos sobre sus rodillas.
-Sé que no
merezco su compasión o amabilidad, sé que actué mal, solo que no quería
mostrarme débil, pensé en mi profundo ser que, esto pasaría, que solo era una
debilidad mía por estar perdiendo a Atlas.
Creí que
pasaría que solo era intermitente a causa de estar saliendo de mi zona de
confort. Por ser yo, simplemente, cuando accedí a mudarme con ustedes me prometí
a mí misma que sería todo menos débil, este mundo así lo requiere, y es lo que
yo haría.
- No
confundas compasión con responsabilidad pequeña, antes que todo prometimos
hacernos responsables de ti, quisimos darte tu espacio y esto es lo que
obtuvimos. Cruzó sus brazos, cerró los ojos y nuevamente recargó su espalda en
el respaldo de la silla que ubicó a un lado de mi cama.
Retuve mis
lágrimas pero respiré profundamente atrayendo la atención de César quién abrió
los ojos para encontrarlos con los míos después por primera vez en muchas
horas.
- Relájate
pequeña, duerme. Concentra por ahora tus fuerzas en recuperarte tendremos
tiempo para aclarar todo esto. No puedo prometerte algo que no cumpliré, solo
que intentaré que Atlas no sospeche nada, pues si pregunta en algún punto que
es lo que sucede, no planeo mentirle así como no lo hará ninguno de mis hermanos.
Era lo
mejor que podía obtener dada la situación por lo que tomé esa respuesta y
guardé silencio, cerré los ojos e intenté descansar.
Lo cierto
es que no podía vivir relajada sin saber en qué punto me contagié, a todos los
miembros de aquel grupo se les hizo la misma prueba para detectar si en algún
punto se generó el contagio. Entendemos
que es un virus y existen muchas maneras de contagiarse. Después de exhaustivas
investigaciones y de haber examinado a todos ahí seguíamos en el mismo punto de
inicio, desconocíamos el punto de contagio.
Cerré los
ojos intentando ignorar la comezón en mi cuerpo a causa de la enfermedad misma
que impedía mi concentración total y plena.
- ¿César?
-Dime.
- Vendrá
Ramsés.
Pude ver
por el rabillo del ojo que sus labios formaron una línea delgada a causa de que
los apretaba fuertemente.
- No lo
puedo asegurar, él lo desea.
Calló, calló
de una manera que parecía que se mordía la lengua para impedir revelar algún
secreto.
Tampoco
insistí. Aunque es raro, he respetado esa parte. Es mi papá debería estar aquí cuando
me encuentro en esta situación, pero…
El día
siguiente no fue mejor que el anterior, y dentro de las técnicas de sanación
que tenían para mí se encontraba el acelerar el flujo de sangre en mi cuerpo
para obtener una desintoxicación acelerada ya que el problema en sí se
encontraba en la incapacidad de mi hígado para trabajar en la actualidad.
Cesaron los
intentos por descubrir el punto de contagio y se concentraron en idear un plan
robusto y agresivo para la recuperación, tan agresivo como mi cuerpo pudiese
soportarlo.
Me mudaron
de aquel depresivo cuarto de hospital hasta mi habitación, en el conjunto donde
se suponía que entrenaría aquellos meses. Estaba en una especie de cuarentena,
pues me explicaron que toda yo era contagiosa. Mis utensilios e incluso mi ropa
eran desechadas cual materia radioactiva para minimizar y/o evitar la propagación
de esto. Era depresivo que me alimentaran en platos desechables, pero así debía
ser, lo acepté y aguanté sin decir palabra.
Jason me sostuvo entre sus brazos para ir al
lugar donde la terapia sería llevada a cabo, a este punto solo me dejaba llevar
por la corriente, fluyendo y viviendo, sin contradecir o cuestionar de manera
negativa si no que cuestionaba con el objeto de obtener mayor conocimiento.
Frente a mi
tenía dos cubos de agua, uno de ellos tenía hielo y del otro emanaba humo....
Les miré
intentando adivinar que esperaban de mí.
- Esta
terapia consiste en sumergir tus pies en cada uno de los cubos, alternándolos
cada minuto hasta el momento que dejes notar la diferencia en la temperatura de
las aguas, con esto lograremos acelerar tu flujo sanguíneo y de esta manera
desintoxicaremos tu sangre ayudando a tu hígado en su proceso de recuperación.
Vaya que
estas personas tenían serios problemas, me quedé mirando, pero no me dieron
tiempo siquiera de armarme de valor, me sentaron en el lugar indicado, acto
seguido la indicación de acatar las instrucciones.
- Vamos
pequeña, acordamos que tendríamos toda tu colaboración – recordó Jason.
- Si - dije - solo que no pensé mucho en ello antes de dar
mi respuesta. Dame un minuto por favor.
Me convencí
a mí misma que sería lo mejor e introduje los pies comenzando por el agua
caliente, quise sacarlos de inmediato, y lo único que me detuvo fue la posición
de "ataque" que sostenían los muchachos, ellos se lanzarían sobre mi
ante cualquier dubitativa, por lo que soporte valientemente la terapia.
No creí que
fuera tan difícil de cumplir, me dije a mi misma, pero de ahora en adelante
viviré un momento a la vez.
Cualquier
actividad que yo realizara era sumamente extenuante, me la pasaba dormida la mayoría
del tiempo, cuando despertaba alguno de ellos estaba con migo, nunca estaba
sola, y eso me hacía sentir muy bien, sonreía por dentro.
Ese mismo
día por la tarde llegaron mis papás sanguíneos y mis hermanos, si pensé que
todo era complicado hasta ese punto, evidentemente vivía en la total ignorancia, las cosas apenas
comenzaban a ponerse candentes,
Si alguien
me conocía mejor que la palma de su mano como vulgarmente se dice, esa era mi
mamá, quién llegó hecha una furia la cual poco a poco calmó al ver que aquello
quizá era más grave de lo que ella pensaba.
La primer
pregunta que formularon y con toda razón fue ¿Cómo llegué a éste punto?
Sin esperar
respuesta culparon a los muchachos. Simple naturaleza del ser humano, busca
cualquier culpable a lo que no entiendes, o no deseas aceptar…
- ¡Les
confiamos su cuidado! – les gritó mi papá quien pocas veces pierde la cabeza.
Los
muchachos no respondieron nada ante aquellas agresiones, permanecieron
impasibles, silencios y de pie frente a ellos.
Una vez que
mis papás callaron, con suma calma fue que ellos respondieron.
- Estamos
haciendo lo mejor que podemos – dijo Mario.
Te
llevaremos a casa – gritó mi papá.
- ¡No! - grité yo, alterándome de inmediato.
- Esta vez no decidirás- dijo mi mamá – no señorita, prometí que
respetaría tu decisión siempre y cuando no representara algún peligro para ti, pero
solo mira las condiciones en las que estas, ¡De haber respetado las visitas que
teníamos programadas, yo me hubiera dado cuenta de tu situación! Evidentemente
ellos nunca cuidarán de ti como su hija.
Finalmente mis lágrimas cayeron,
ella tenía razón y esa era la causa principal por la que había dejado de ir a
casa las últimas semanas, escabulléndome con cualquier pretexto, de ésta manera
no preocuparía innecesariamente a mi mamá, pero claro yo creí que tenía todo
bajo control.
- No es debido al entrenamiento o mi
nueva vida que estoy así – dije en voz queda.
- María – le dijo César. Por la vida
que ahora lleva BB, su enfermedad se aceleró y su condición empeoró, eso es
cierto, pero también es cierto que le estamos brindando los mejores cuidados
que podemos proveerle.
- ¿Qué clase de revisiones le
estuvieron haciendo que pasaron esto por alto? Les confié la vida de mi hija
¡MI HIJA! – ella se acercó peligrosamente a César, por un momento pensé que le
golpearía, pero él no se movió ni un solo centímetro de su lugar.
- ¡Alto! – Grité – soy mayor de edad
y puedo decidir.
- ¡No en estas condiciones! – me
gritó mi papá. Te declararé incompetente si es
necesario.
- Lo primero que debemos hacer es calmarnos,
no favoreceremos la condición de BB con una discusión sin sentido – dijo Mario.
Mis papás se miraron entre ellos y
guardaron silencio, no quería que llevaran esta discusión a otro lado y menos
cuando estarían discutiendo acerca de mi futuro, pero sin desearlo todos
salieron de ahí dejándome en soledad y con la agonía de lo que hablarían en mi
ausencia, sobre todo que no se me permitiría decidir.
Kevin entró
unos momentos después encontrándome sumergida en un mar de lágrimas.
Me acercó
una caja de Kleenex.
Dios, no sé
qué buscaba éste chico pero por el momento aceptaría sus cortesías, permaneció
en silencio, de hecho si lo pienso detenidamente no era una persona de muchas
palabras.
- Gracias
por los Kleenex. No tienes que permanecer aquí si no quieres.
- Nunca
hago nada que no quiera – respondió apresuradamente con una leve sonrisa en los
labios, inspeccionó el lugar y finalmente tomó asiento y sacó su celular estar
tocando la pantalla constantemente.
- ¿Puedo
saber qué haces aquí? deberías estar entrenando, o quizá dando clases, que sé
yo.
- Cuido de
ti.
- Los
muchachos cuidan de mí, por lo que no tienes que preocuparte por eso.
Suspiró –
Si he de ser honesto tampoco quiero estar aquí, toda tu eres un virus andante,
corro riesgo estando aquí, ¿sabes? Pero los muchachos me encomendaron tu
cuidado en su ausencia.
-
¡Vete! - Grité, no necesito que nadie
me esté recordando que soy un contagio
andante. ¡Veeeeeeeteeeeee!.
Como el horno no estaba para bollos, comencé a arrojarle lo primero
que tenía a mano, a lo cual el esquivó hábilmente todos los proyectiles, desde
su lugar sin moverse realmente.
- Solo acato instrucciones.
Cerré los ojos y traté de ignorarle,
regresando mi carril de pensamientos a lo que realmente me incumbía, mis papás,
los muchachos y la discusión que no estaba escuchando.
Justo en ese momento una de mis
grandes ideas llegó a mi mente, me puse de pie y mi molesto invitado non grato
de inmediato levantó los ojos siguiéndome con la mirada.
- ¿A dónde vamos?
Le ignoré, solo que antes siquiera
de acercarme a la puerta impidió mi paso recargándose sobre un brazo en la
pared.
- No saldrás de aquí – dijo muy
serio - no sin mí al menos.
Intenté pasar por debajo de su brazo
a lo cual me detuvo, por primera vez estaba teniendo contacto conmigo.
- Suéltame, dije – recuerda que soy
contagiosa.
- Elige –dijo simplemente mirándome
a los ojos.
Esto iba a en serio, me quedó claro.
Y si lo pensaba bien no tenía idea de donde podrían estar.
- Llévame entonces a donde quiera
que se encuentren los muchachos y mis papás.
- Quizás sea mejor que permanezcamos
aquí, se volverán locos si regresan y no te encuentran en cama, recuerda que
debes guardar reposo absoluto, justo ahora tus papás quieren llevarte a casa y
los muchachos están abogando a tu favor, aunque no lo merezcas si me preguntas,
por tu actitud deberías regresar a casa, no necesitamos a gente como tu aquí.
Era suficiente, no necesitaba más de
sus tonterías saliendo por aquella boca. Pero antes de que pudiera decir nada,
escuchamos como se estaban acercando de regreso, de inmediato me recosté en mi
cama, y Kevin sonrió.
- Tú – más vale que no digas nada.
- Quedas en deuda si hago eso.
- Ya estoy en deuda contigo, ahora
calla.
En eso entró toda la comitiva. Todos
ellos estaban serios, más serios de lo que desee.
Tragué saliva esperando lo peor y
quizá ese fue mi peor error. La teoría dice que siempre me mantenga positiva
solo que mi subconsciente insiste en lo contrario.
La moneda estaba en el aire y se podía
escuchar un alfiler caer en aquella habitación.
CONTINUARÁ
No hay comentarios.:
Publicar un comentario