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jueves, 9 de noviembre de 2017

M. La Distancia

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Si la distancia hace que no me odies tanto
Aunque es un precio muy alto el que tengo que pagar,
Te lo juro pagaría, con tal de que fueras mía
O que al menos prometieras una oportunidad más” 1


Los siguientes días fueron una verdadera tortura con un inesperado final.
Los muchachos no estaban acostumbrados a seguir reglas, sin embargo aquel era el hogar de alguien más y era imperativo que las siguieran.
¡Que creían!
Intenté mantener separadas las cosas incluso les pedí que no estuviéramos en la misma habitación, pero fue como darle la indicación a un niño, ellos hacían simplemente lo contrario.
Estaba al borde de la desesperación, sabía que estaba metiéndome en la boca del  lobo cuando accedí a aquella locura, lo que me recuerda ¿Por qué accedí?
Como dije ellos recrearon la vida que llevábamos en  nuestro hogar, era como si simplemente hubiéramos cambiado de residencia.
De alguna loca manera diariamente todos estaban ahí rondando por mi habitación hablando y platicando entre ellos y conmigo como si nada hubiese sucedido.
Hicieron un paréntesis en todo lo que estábamos viviendo, lo dejaron a un lado y se dedicaron a vigilar mi recuperación.
Inevitablemente el tema salía a relucir y entonces era cuando discutíamos acaloradamente.
Si lo miro fríamente discutíamos por nada y por todo.
El segundo día Atlas y los trillizos se incluyeron en el grupo, llenaron mi habitación de flores y llevaron muchos regalos.
- Nada de esto es necesario – dije apretando los dientes.
No podía negar que me hacía feliz tenerles de regreso de aquella manera.
La habitación se había vuelto diminuta al tener a nueve personas de inmenso tamaño contenidas ahí.
A la mínima señal de movimiento de mi parte, tres o cuatro de ellos levantaban el cuello como avestruces para atender mi necesidad, la cual no era tan apremiante y cuando lo era, necesitaba atenderla por mí misma y en privado.
- Tonterías – dijo uno de los trillizos como respuesta ante mis negativas, conocemos más de ti que tú misma.
- Pero no es el lugar, no olvidemos que ahora nuestras vidas son diferentes.
Un breve y frío silencio recorría la habitación por algunos segundos regresando a su barullo inmediatamente.
El baño era el único lugar que me proporcionaba algunos momentos de paz y privacidad que necesitaba, por lo que mis visitas ahí se hacían más frecuentes y largas.
Respiré profundamente antes de salir apoyada en una muleta, recordé con cierto pánico que una de las condiciones de Alex, era que Atlas no estuviera rondando por ahí.
En cierta manera todos ellos me habían traído relajación y paz, tenerles ahí era más que gratificante, los amaba no podía negarlo.
Pero la realidad  es que había tomado una decisión y era momento de asumir consecuencias.
Respiré profundo, absorbí las lágrimas que no entendía por qué estaban saliendo y abrí la puerta dando tropezones con la pierna que tenía sana y apoyada en mi muleta del otro lado.
Les miré a todos y señale a los trillizos a la par que a Atlas.
- Ustedes tendrán que retirarse, les dije, no deberían estar aquí fue parte del trato, le recordé a Ramsés.
- ¡Eres experta en romper reglas!
- Esto es diferente – exclamé.
Atlas cerró la puerta y se recargó en ella, cruzó los brazos en su pecho haciendo resaltar sus músculos, con esa mirada penetrante que continuaba haciéndome deshacer y la sonrisa que delataba que algo estaba planeando.
- Es momento de saber cómo es que terminaste aquí ¿Cómo le conoces? ¿Cómo es que nadie de nosotros supimos?
Pasé saliva.
- No te debo explicaciones.
Continué mi camino a pequeños brincos hacía el sillón individual, que era ocupado por Bruno.
- Nadie se moverá de éste lugar si no nos cuentas la historia antes – declaró el Rubio, con una sonrisa de total y completo triunfo.
Era temprano faltaban horas para que Alex llegara, pero no quería dar paso a una pelea donde no debía haberla.
¿Merecían saberlo?
Abrí los ojos ampliamente cuando escuché el motor del auto de Alex. Seguro que tenía un descanso y había  regresado a ver como estaban las cosas.
Voltee a verles.
- ¡Salgan! – les urgí.
Ellos rieron en clara diversión
- ¡Ramsés!
Él tampoco dijo nada cuando le miré esperando alguna instrucción de su parte.
Suspiré resignada, no habría otra manera de convencerles, tenía que decidir de manera apresurada.
- Salgan y regresen por la tarde, no olviden traer un postre para escuchar la charla.
Aplaudieron en todo triunfal y salieron por la ventana cuando escucharon que Alex subía por las escaleras.
Sonrió y al mismo tiempo se molestó cuando encontró a todos los muchachos ahí, pero no perdió la sonrisa.
- Tengo un par de horas libres, por lo que traje comida para compartir, de haber sabido que había más personas hubiera traído más…
- Por nosotros no te preocupes – Respondió Bruno de manera educada y pausada, de echo vamos de salida para darles la privacidad que necesitan, regresaremos más tarde.
Se pusieron de pie y abandonaron la  habitación, que ahora lucía mucho más grande sin ellos ahí.
Grande y solitaria.
Le sonreí a Alex.
- ¿Cómo ha estado tu día Princess?
- Divertido.
- ¿Qué trajiste?
Colocó en la mesita lo que había llevado. Sopa, ensalada y un corte que se veía tan amenazador como delicioso.
Sonreí
- Mis felicitaciones al Chef.
- ¡Ey! Dame algo de crédito, yo ordené todo especialmente para ti.
- Es tu presencia lo que lo hace delicioso cariño. Gracias por  venir.
- De hecho….
Le miré, sabía que aquello  no era gratis.
- Hubo un pequeño contratiempo en nuestra agenda del día de hoy, fue necesario hacer una pausa, sin embargo debemos trabajar hasta que el programa quede completado…
Le interrumpí.
- Llegarás tarde.
Intenté que mi voz fuera comprensiva en lugar de molesta.
- Este imprevisto vino a cambiar un poco nuestros horarios y nuestras actividades, no te sientas mal, así son las cosas, es tu trabajo, lo entiendo.
Tomé entre mis manos su rostro y le besé, lo acerqué un poco más a mí, le abracé y me permití recostarme, él tenía sus dudas pero logré persuadirlo para tener una sesión de sexo intenso y salvaje.
¡Justo lo que necesitábamos! Las prendas volaron y nuestros cuerpos se friccionaron.
¡Dioses y Demonios!
Mi cuerpo estaba listo al igual que el de él. No pasó mucho tiempo, los dos teníamos ganas y las condiciones eran las adecuadas, así que no prolongamos mucho nuestro placer.
            Nos recostamos sobre nuestras espaldas mirando hacia el techo y esperando a que nuestras respiraciones se regularan. Me tomó de la mano y sonrió al tocar el anillo que indicaba nuestro compromiso.
            - Lo llevas puesto – dijo en todo de alivio.
            - No me lo he quitado – le recordé.
            - Cada día llego con el temor de que no estarás más aquí.
            - Ey, ey, tranquilo…
            - Con todos ellos aquí – su voz ahora era de molestia.
            - Solo serán unos días, estoy pensando en cómo arreglar todo.
            - Confío en ti.
            Sonreí.
            - Quizás deba ceder en algunas cosas – suspiré. Hay algo que no me han dicho y eso me molesta, sé que atrás de todo esto existe una razón de peso. Ellos pudieron llevarme de regreso ese día en el hospital, pero hay algo que los está deteniendo y eso me intriga.
            Aparentemente mi salida aquel día no cerró completamente ese capítulo en mi vida.
            Apretó su mano con la mía adentro.
            - No quiero perderte.
            - Eso no sucederá, ellos son parte de mi pasado necesito atender ese asunto también, hasta este momento no han demostrado otra cosa que preocupación.
            - Hay algo…
            Me coloqué encima de él obviando mi dolor, no venía nada bueno, no venía nada sencillo, me lo decía mi  corazón, me lo decía su voz, le miré a los ojos y busqué una respuesta,
            Me abrazó y enterró su rostro entre mi cabello y mi hombro.
            - El día que partimos hacia acá – hizo una pausa. Me encontré con Atlas.
            Hice el ademán de soltarle pero me aprisionó aún más en un abrazo firme.
            - Discutimos como era de esperarse, él ha estado en tu vida más tiempo que yo, es cierto que te conoce mejor, me dijo que sin importar el tiempo que pasaras a mi lado, incluso si llegáramos a casarnos siempre regresarás a él.
            ¡Dioses y Demonios! – fuertes declaraciones.
            - No fuiste con tu abuela… Respiré. Acordamos que no nos ocultaríamos nada…
            - Son momentos de debilidad Princess, me llamó y comenzó a decir una serie de cosas…
            Me quedé seria.
            - Creo que es mejor que te vayas, tengo sentimientos encontrados, soy un ser humano, no me gusta que hablen de mí a mis espaldas.
            - Princess….
            Me deslicé hacia a un lado y le di la espalda.
            - Me has apoyado muchísimo – dije. Una de las cosas que amo de ti es que no me habías mentido, hasta hoy…
            Me puse de pie y me metí en mi refugio en aquel lugar: El baño.
            Después de que concluyó que no saldría de aquel lugar, que no quería su compañía y que me encontraba  molesta, tocó a mi puerta.
            - Debo retirarme.
            Limpié mis lágrimas y aclaré mi voz.
            - Ve con cuidado – le dije honestamente. Regresa con bien.
            - Princess, dame un beso – por favor.
            Escuchaba que había recargado quizás su cabeza sobre la puerta del baño.
            - Dame espacio, te veo cuando regreses.
            Regresa a mí – dije en silencio casi en un susurro.
            Escuché como se preparó y salió, también escuché el sonido del motor de su coche y después nada, el aterrador silencio.
            Mi corazón no se había decidido aún entre si estar molesta y enojada con Alex o si encabronarme con Atlas por haber ocasionado aquello.
            Entonces escuché el barullo afuera de la llegada de todos y como si me hubiesen encendido un cuete en los pies, me levanté sin muleta y me dirigí enfurecida hasta encontrar a Atlas de frente y darle unos buenos golpes, por supuesto nadie entendió nada.
            - ¡No tenías derecho! – Le grité sin pensar, le agredí enfurecida, si antes no había decidido a quién culpar él me presentó la ventana y excusa perfecta en ese momento.
            Intentaron detenerme todos ellos.
            Atlas ansiaba saber de qué iba aquello.
            - Dime ¡¿Con que derecho te citas a solas con Alex?! Con que derecho le dices todo lo que le dijiste
            Tomó mis muñecas con sus manos y las puso a la altura de mi pecho.
            - Con el mismo derecho que he tenido siempre, con el derecho que mi corazón te pertenece y siempre te ha pertenecido, con el derecho de cuidarte incluso de ti misma, tomaste decisiones impulsivas y aun cuando te enfades conmigo te cuidaré incluso de ti misma. ¡Te amo y esto no se ha terminado! Pusiste Distancia entre nosotros, sin preguntar o discutir, tomaste la decisión por tu misma lo comprendo pero no lo acepto ¡Si necesitabas un respiro debiste haberlo solicitado!
            - ¡Estoy comprometida!
            Le grité y me solté al mismo tiempo.
            - Eso no cambia nada, aunque estuvieras casada, aunque te fueras al fin del mundo, ¡Lo único que necesito es una oportunidad más!
            Sentí que alguien se colocaba detrás de mí acomodándose para que me sostuviera.
            - Tu pierna – Dijo Mario.
            La sutura se había abierto por el esfuerzo.
            Todos entramos en tres segundos  de pánico antes de que Mario tomara la batuta como médico de aquel grupo.
            - ¡Vete! Le ordené
            - ¡No!
            - ¡No tienes ningún derecho! ¡No tienes nada que hacer al respecto! ¡He tomado mi decisión!
            Mario me sostuvo en sus brazos y me llevó  a la cama para poder remediar lo que yo misma había ocasionado.
            Continué solicitándole a gritos que saliera.
            - Tranquilízate y recuéstate – dijo Ramsés empujando con su mano desde mi hombro hacia atrás para recostarme.
            Fui consciente de la herida sangrante de mi muslo cuando voltee a ver a Mario para evaluar la situación por medio de la expresión de su rostro.
            Me recosté pero aquello no iba a terminar ahí.
            - ¡Todos ustedes! ¡Esto tiene que parar!
            Apreté mis puños contra las sábanas desarregladas para evitar emitir gritos o gestos de dolor.
            - ¿Esta comida? – Preguntó uno de los trillizos viendo la comida sin degustar que Alex había colocado en la mesita.
            - ¡No es de tu incumbencia! Grité enfadada.
            Entonces Ramsés se colocó encima de mí, empujando con sus manos mis hombros hacia la cama.
            - ¿Has estado alimentándote adecuadamente? – preguntó entonces.
            Todo el gesto me resultó una sorpresa.
            - ¿Qué? Sé cuidarme sin ustedes rondando, incluso puedo hacer mis propias curaciones ¡No necesito de ustedes! He de encontrar la manera de mantenerme a salvo. ¡Pero insisten en arruinar todo! ¡Puedo cuidarme sola! ¡Por qué no lo aceptan de una puta vez!
            Sin desearlo un mar de lágrimas recorría mi rostro. Nuevamente era yo la perdedora.
            - Tú ganas esta partida – dijo Ramsés retirándose de ahí y colocándose a un lado de la ventana.
            La puerta se abrió y Alex entró a aquel lugar. Ninguno anticipamos su llegada.
            Vio la escena y sus ojos se encendieron, se lanzó directo a retirar a Mario de un lado mío, lo que ocasionó que el resto de los presentes defendieran a su hermano, aunque no necesitara defensa alguna.
            Volví a ponerme de pie para ayudar a Alex y todo se convirtió en un caos en un momento.
            Cree una burbuja a mí alrededor y alrededor de Alex, poco efectiva pero ellos entendieron el mensaje.
            Por mi pierna ahora corría un grueso camino de sangre, sabía que no permanecería por mucho tiempo de pie.
            - Necesitamos calmarnos – pidió Bruno haciendo de mediador.
            - ¿Ella tiene que defenderte? Le gritó Atlas provocando la furia de Alex. Voltee a mirarle solicitándole que se tranquilizara.
            - ¡Todos ustedes! – grité retírense al menos un metro ¡Controlen a los niños y entonces hablaremos!
            Los muchachos se formaron en una línea creando una división entre los trillizos, Atlas y nosotros.
            Bajé mi defensa.
            - Tu pierna…
            - Al carajo mi pierna ¡Estoy cansada nuevamente! ¡Nadie respeta mi voluntad! ¡Arreglaremos esto aquí y ahora o nadie tocará mi pierna nuevamente así muera desangrada!
            El tono de mi voz no era normal, mi furia no era normal, pero vamos… nada era normal en aquella situación.
            Respiré profundamente, ellos esperaban que yo iniciara la discusión.
            - Esta discusión es solo entre nosotros – le dije a Ramsés y señalé a mis tíos, si ellos quieren, refiriéndome al resto quedarse más les vale ponerse un bozal.
            - El también queda fuera – Gritó Atlas señalando a Alex.
            Bruno lo derribó de un golpe.
            - Ellos quedan fuera de la discusión – confirmó.
            - Bien  - dije dejando sin aclarar la situación de mi prometido.
            - Todos ustedes deberán retirarse, esta situación no nos está haciendo nada bien a nadie, tienen algo que decirme y no han encontrado la manera, lo entiendo, yo no tengo nada que tratar o negociar con ustedes, regresaré a anunciar a mi familia mi compromiso, me casaré y tendré mi felices por siempre ¡Nada pueden hacer al respecto!
            Les miré duramente.
            - Negociemos – dijo César.
            - ¿Negociar? ¿Acaso escuchaste lo que dije?
            - Cada palabra – asintió con la cabeza.
            - ¡Fuera entonces!
            - ¿Quieres escuchar lo que te hemos ocultado cierto? – Comentó Bruno.
            - No lo discutiremos aquí – dijo Ramsés viendo a sus hermanos.
            - Regresa con nosotros a nuestras instalaciones, lo platicamos, lo discutimos y tomas una decisión.
            - ¿Regresar? No está en mis planes.
            Ellos se adelantaron peligrosamente un paso, Alex se colocó frente a mí.
            - ¿Te quedarás a un lado de quien no puede asegurarse de que te alimentes adecuadamente o garantizar tu seguridad? – señaló la comida y miró mi pierna.
            Como era de esperarse Alex se lanzó contra él saliendo de la burbuja que había creado, hablando en su idioma algunas palabras que no alcancé a distinguir, Atlas y los trillizos se lanzaron contra él y yo  miré a los muchachos.
            - ¡Pongan orden!
            Ellos no hicieron nada y eso me enfureció aún más.
            - Es asunto de ellos, dijo César, incluso tú no deberías involucrarte – rio un poco.
            Me adelanté para sacarlo de aquella situación y me sorprendí siendo sometida por Ramsés.
            - Detente aquí mismo – dijo.
            - ¡Ustedes no pueden atacar civiles!
            - Lo único que yo veo a varios de tus enamorados pelear.
Los muchachos, contrario a lo esperado, únicamente vieron la pelea que estaba siendo más que injusta y ellos impedían mi paso hacia él.
Vi como estaba siendo golpeado por ellos, en cualquier caso una pelea de cuatro contra uno es injusta en cualquier manera.
            - Iré con ustedes si detienen esta pelea sin sentido. Dije en voz queda.
            De inmediato cada uno tomó uno de los trillizos y Atlas.
            - Tu palabra es una promesa – dijo Ramsés.
            - Nada de esto es justo.
            - Lo que hiciste tú tampoco lo fue. Salimos mañana por la mañana.
            - Espera
            - ¿Incumplirás?
            - No, no incumpliré, necesito al menos una semana, y seré toda tuya, no lo pediré nuevamente y no está sujeto a discusión. Una semana sin saber de ustedes después de eso iré con ustedes sin pelear.
            Dudaron
            - Tienes que ofrecer algo a cambio, algo que valga el costo…
            Tenía justo el precio que no quería pagar pero que me compraría esa semana.
            - Puedes colocarme tu marca..
            - ¡Vendido!
            Abrí los ojos como platos al darme cuenta que lo que hizo realmente él fue manipular mi mente. Alex no estaba siendo atacado, lo tenían simplemente sometido, pero sano, salvo y sorprendido por mi declaración…


N1: Extracto de canción "La Distancia" interprete: Panteon Rococó.

CONTINUARÁ....

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