Nuevamente me encontraba sola
y ahora extrañaba a esa molesta voz en mi cabeza.
Me aferré a la mochila que me
hacía compañía y que ahora era mi único acompañante.
Un kit de supervivencia. Me repetía en la cabeza.
La llave que se encontraba
dentro abría una gaveta en el aeropuerto de Londres donde había una maleta que
Atlas había dejado para mí.
Dentro de la carta había
instrucciones de cómo llegar a una propiedad en una playa, que era justo a donde
me dirigía ahora.
Tenía lo necesario para
sobrevivir por una temporada o para iniciar una nueva vida.
“Sabes dónde y cómo
localizarme, dejo ahora en tus manos la decisión de buscarme o no”.
Le envié un mensaje a mi ¿Prometido?
con detalles de mi vida, mas no de mi localización.
Mi vida había sido una montaña
rusa de emociones últimamente. Tenía que poner en la balanza muchas cosas y
tendría que trazar un nuevo plan de vida, quizás una nueva vida completa.
Había vivido en más casas
estos últimos meses que en toda mi vida. Estaba aprendiendo a vivir sin apegos
pues en cada mudanza dejaba cosas atrás cosas que quizás jamás recuperaría.
Lo cierto es que apagué mi
celular y no recordaba cuantos días atrás había llegado a aquel lugar, salí a
comprar algo de despensa.
Mi mente saltaba de un tema a
otro pasando por todos los estados emocionales que pude como alcohólica en
recuperación.
Los odié
Los justifiqué.
Los volví a odiar.
Los maldije.
Los bendije.
Los intenté olvidar…
Pensando en todo y en nada a
la vez fue que de reojo vi el pasillo de suplementos para mujer o una
traducción más literal… Toallas Sanitarias.
Me inundó un sentimiento de
terror cuando hice lo que cualquier mujer en edad reproductiva con vida sexual
activa haría… Comencé a hacer cuentas.
De repente quise traer conmigo
mi celular y poder ver la app que utilizo
para llevar el récor de esas cosas, pues eso también se lo he delegado a
la tecnología.
Es el stress que has vivido últimamente, piensa que
también has volado más que nunca en tu vida en un tiempo muy corto, estuviste
en un país extranjero, técnicamente en dos…
Así fui buscando excusas para
mi situación actual y no es que un bebé no me produzca la felicidad esperada,
un bebé es y será siempre una bendición para la persona que lo mantenga en su
vientre con todo el amor que pueda, pero era precisamente eso algo que yo no
podía darle en ese momento ¡Tantísimo amor!
No podía ni poner en orden mi
vida y justo en ese momento vivía esa situación.
Compré una prueba de embarazo
después de mucho pensarlo, después de que la señorita que atendía preguntara si
yo estaba bien…
Durante el camino de regreso
pensé que saldría negativa como tantas y tantas pruebas que me había hecho en
el pasado, esto sería solo un “susto” más ¿Así es la vida después de todo,
cierto?
No compre nada en el
supermercado excepto la prueba…
¡Dioses y Demonios! En ese
momento si que necesitaba a alguien a mi lado.
Fui entonces al sanitario e
hice lo que otras tantas veces, entonces ni siquiera tuve que esperar el
resultado de la prueba, pues había evidencia de que mi periodo había llegado.
Salí del baño riéndome de mi
misma y de cómo el pánico me había traicionado una y otra vez…
Como de cualquier manera
necesitaba salir por provisiones, decidí ir al cine en aras de relajarme.
Había algo que me molestaba,
algo que no me dejaba estar en paz. Pensé que sería el pánico de pensar en como
decirle a Alex, a los muchachos, a todos y de como aquello cambiaría lo poco
que llevaba diseñado de mi vida.
Antes de que terminara la
película entonces sentí una punzada horrible en la cabeza ¡Perfecto! Lo que me
hacía falta una terrible jaqueca.
El dolor se incrementaba e
incrementaba, llegué a casa casi sin poder contener a mi cuerpo con aquel
dolor.
Fui al baño a devolver el
estómago…
Cuando logre recuperarme me
lavé la cara con un poco de agua fría, entonces ví algo que no esperaba…
Dos rayitas en aquella prueba
casera.
¡No Dios!
No necesitaba ser una genio
para saber que algo no iba bien.
Me recompuse en tres segundos
encendí mi teléfono y antes de que pudieran comenzar a llegar la infinidad de
mensajes que esperaban por mí.
Marqué su número temerosa,
asustada y con la voz quebrada.
- Mario, soy BB…
Definitivamente aquello no iba
bien, nada bien.
Casi no pude dormir y aunque
estaba en reposo no descansé absolutamente nada.
Ellos llegaron al siguiente
día y nos trasladamos con el ginecólogo de su confianza más cercano.
La prioridad en aquel momento
era asegurar el bienestar de ambos.
Atlas me cargó en sus brazos
en todo momento.
Después de hacer un breve
recuento de los días anteriores, de ponerle fechas a todo esto y de un
ultrasonido donde apenas se podía ver una pequeña burbuja en mi vientre. El
doctor habló con nosotros.
- Seré honesto, las cosas no
van bien, pero hagamos todo lo posible. Sonrió de manera forzada y me envió a
casa a tener reposo absoluto por una semana, con algunas medicinas que debía
tomar y un listado de análisis diarios que debía hacerme.
Para mí tenerlos ahí era la
señal que yo no debía preocuparme por nada más.
- Necesito hacer una llamada.
Todos comenzaron a salir para
brindarme la privacidad que requería.
- Quédate por favor.
Atlas asintió y se sentó a mi
lado.
No quería prolongar más
aquello, por lo que marqué su teléfono.
- ¡Princess! – estaba muerto
de la preocupación ¡Regresa o…!
Le interrumpí.
- Alex, escúchame por unos
momentos.
Sin darme tiempo a nada más
comenzó a gritar del otro lado de la línea.
- Lo sabía te han convencido
para que te quedes con ellos…
Miré a Atlas y su mirada
estaba endurecida, se contenía con todas sus fuerzas para no quitarme ese
teléfono.
- Alex, escucha por favor, no
es eso lo que quiero decir.
Entonces hizo silencio, tenía
su atención. Le describí con palabras entrecortadas los detalles de la
situación.
El silencio era aterrador
- ¿Alex?
- ¡¿Siquiera es mío?!
Mis manos se quedaron sin
fuerza.
Mis ojos se inundaron de
lágrimas.
Atlas me arrebató el teléfono,
Alex gritó tan fuerte que aquellas palabras las escuchó nítidamente.
- ¡Nunca la mereciste! ¡No
presentes tu cara por aquí porque la destrozaré por completo!
De esa manera dio por
terminada la llamada y me sostuvo en sus brazos.
- Necesitas ser fuerte, ahora
una vida depende de ti. Besó mi sien de una manera amorosa, como tantas y
tantas veces atrás.
- Creí que lo correcto…
- Tu pequeño bebé tendrá más
papás de los que pudiera desear en ésta vida… y tú me tendrás siempre a mí.
Parecía que mi organismo me
traicionaba día a día, pues los análisis mostraban que la hormona que debía
incrementarse debido al embarazo iba en descenso cada vez.
Ellos lloraban tomados de mi
mano.
¡Una vida que apenas si
comenzó no pudo o no quiso aferrarse a mi vientre! Cada pinchazo en mi brazo se
unía a un rezo y a una petición.
Todos ellos trabajaron en
conjunto con aquella energía que tímidamente llegó a mi cuerpo.
Todos hicimos nuestra parte,
todos nos entregamos al proceso.
Llegó el día en que finalmente
dijeron aquellas palabras que nadie quiere escuchar “No hay nada por hacer”.
“Llámalo selección natural,
dijo aquel médico, algo no iba bien y la naturaleza hizo su parte”
Quería salir corriendo de ahí,
golpear a la primera persona que se me cruzara de frente y continuar huyendo.
La vida me estaba cobrando con
creces todo lo malo que hubiera hecho.
Dolor físico, emocional y
mental.
¿No soy lo suficientemente
buena madre y por ello esta pequeña energía decidió abandonarme?
Entre un proceso y otro en
donde mi cuerpo fue invadido, pinchado, explorado, sangró… todo aquello llegó a
su fin.
Lamentablemente tuvo que
suceder esto para que yo abriera los ojos en muchos aspectos.
¿Qué clase de brutal lección
diseñó la vida para mí?
Pasé días encerrada en mi
habitación, ellos respetaron mi espacio, solo que ahora cuando ellos se
acercaban, yo no los alejaba, yo les había llamado.
Me recuperé físicamente al
cabo de unas semanas entonces les pedí que me llevaran a casa.
¡Dioses y Demonios! El corazón
me dolía y me dolía mucho.
No compartí aquella dolorosa
noticia con mi familia sanguínea. Regresé a aquel mundo ocultando aquel hecho
en mi vida, el cual si soy honesta me avergonzaba.
Después de todo soy mujer,
pero no pude ser madre.
Por supuesto se le informó a
ella y no me molestó por el tiempo que estuve ahí.
Llevé el luto a mi manera y me
recuperé lo mejor que pude.
Encontré a la mujer que decía
ser mi abuela en una caminata sin rumbo que había emprendido.
Intenté pasarla de largo
- No te culpes.
No respondí
- Perdónate, tu cuerpo tiene y
contiene una energía diferente, no era sencillo…
- ¡Calla! – le supliqué. ¿Cómo
puedes venir con esas lecciones cuando estoy pasando por esto en mi vida? ¿No
has hecho ya suficiente?
Di la vuelta y regresé lo más
rápidamente que pude a casa.
Escuché gritos dentro de ella
por lo que abrí la puerta silenciosamente.
- ¡Ella decidirá! – Reconocí
la voz de Alex.
Asomé mi cabeza
- ¡Princess! – exclamó y
corrió a mi encuentro
Le alejé
- ¡No quiero verte!
Se hincó ante mí abrazando mis
piernas.
- Necesitamos hablar.
- No necesitamos nada. Hace
unas semanas dudaste de mí y no estuviste cuando dolorosamente perdí a NUESTRO
hijo, ahora no tengo nada más que hablar contigo.
- ¡Tú lo perdiste!
- Culpándome, siempre
culpándome, es lo que menos necesito en estos momentos. ¡No regreses, no quiero
verte! ¡En caso de que la culpa haya sido mía, entonces ya he pagado el precio!
Intenté zafarme.
Entonces como si mi vida fuese
aburrida, él se puso de pie y se dirigió a Atlas.
- ¡Tú le contaste todo!
- ¿Todo?
Voltee a mirarle a ambos,
esperando… bueno a estas alturas podría esperar cualquier cosa…
CONTINUARÁ....